Carlitos era un niño
común como todos los de su edad. Le gusta jugar con sus videos juegos, jugar
con pelota con sus amigos e ir al cine a ver las películas mas recientes. Pero
lo que más le emocionaba y más lo satisfacía era ver las estrellas de noche. Pasaba
horas observándolas con el fin de descubrir una estrella fugaz. Soñaba hace
tiempo con ese telescopio que vendían en esa tienda tan cara. Pero su mamá le
decía:
No
sueñes tanto Carlitos, no podemos costear un Telescopio, apena sobrevivimos
para comer
Sin embargo Carlitos no
se desanimaba. Un buen día sus amigos lo invitaron a participar en un juego de
metras. Pedrito, quién era su mejor amigo le animo:
-Oye, Carlitos, vamos a
retar a esos niños a un partido, pero eso sí vamos a apostar a ganar- le dijo su amigo.
A Carlitos no le pareció
mala la idea, pensando en ese telescopio que tanto deseaba. Llegó el día, y
entonces decidieron jugar por pareja. La apuesta era por cien mil bolívares.
Carlitos se preguntaba de donde sacaría esos niños tanta plata, pero no le
importo. Pedrito y Carlitos iban a jugar por parejas. Ya habían dado una vuelta
y no habían ganado ni una metra. Pero Carlitos tenía mucha confianza en sí
mismo. Cuando visitaba a sus abuelos, en el pueblo se le consideraba el mejor
jugador de metras. Ya en la segunda vuelta Pedrito había ganado la mitad de las
metras y Carlitos la otra mitad. Solo faltaba una vuelta. Ya eran las cinco de
la tarde. Carlitos estaba sudando de la emoción y ansiedad. Le quedaba una
última metra. Era una metra de color azul celeste. La soplo con ansiedad y
derrumbo las metras que faltaban. Había ganado. Los niños del otro bando
estaban decepcionados. No imaginaban como un niño de apenas 8 años hubiera
ganado un partido. Al principio no le quisieron dar la plata, pero realmente se
lo había ganado limpiamente. --Felicitaciones pequeñín, te lo has ganado, pero
cuéntanos, ¿Qué vas hacer con ese dinero? le preguntaron.
- Me voy a comprar un
telescopio-Le contesto Carlitos.
_-Pero, con eso no vas a
llegar a Roma, es muy poquito, un buen telescopio cuesta quinientos mil
bolívares- Le dijeron los muchachos.
– Tienes razón -le respondió.
- ¿Sabes qué? mi abuelo necesita ayuda en la
tienda de helados, y de repente si lo ayudas te puedes ganar un poco para
completar lo que necesitas- le dijo su amigo.
Pedrito
le presentó su abuelo a su amigo, y este acepto inmediatamente. Realmente
fueron 6 meses de arduo trabajo. Salía de la escuela, hacía rápidamente sus
tareas, y ayudaba al abuelo de su amigo. Su mamá no sabía nada, pero se sospechaba
algo. Un buen día Carlitos llegó con el Telescopio a su casa.
-¿De
dónde lo sacaste? ¿Se lo quitaste a alguno de tus amigos?- le preguntó
preocupada.
-No.
Mamá lo compré con los reales que me gané trabajando en la heladería del señor
González. La mamá de Carlitos respiró profundo, y le dijo que se sentía muy
orgullosa porque había aprendido que no basta soñar hay que luchar por ello, y
la mejor es por el valor del trabajo.
Esa noche Carlitos y Pedrito estrenaron el telescopio en la ventana de su casa. No se habían percatado lo linda que podía ser las estrellas y la cantidad que había en el firmamento. Una noche Carlitos pudo ver con el telescopio una bellísima estrella fugaz. Quedo impresionado de la belleza de este astro. Con el tiempo Carlitos fue creciendo y se hizo hombre. Estudio muchísimo para conocer más de las estrellas y del universo. Se ganó una beca para estudiar en la NASA, y ahora es uno de los astrónomos más reconocidos de este centro de estudios espaciales. Pero nunca olvidó la adquisición de su primer telescopio, y cómo le costo conseguirlo. Indudablemente el telescopio y su amor al universo marcaron su vida y trabajo. Y todavía sueña con volar en el espacio, pero esa es otra historia.
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