Cuentan las
leyendas de los druidas
que la naturaleza estaba llena de misterios, y que en los arboles habitaban un
sinfín de animales mágicos, sin embargo había entre ellos unos muy
singulares, las denominaban “Las aves sagradas”. Esta raza protegía toda forma de vida presente en la naturaleza.
Nadie las había visto, incluso ni los primeros druidas que surgieron en las
primeras comunidades celtas.
Arbiskar en
sus caminatas las había visto por el
bosque. Cuando las vio por primera quedo totalmente sorprendido. Se asemejaban
a las aves, pero no eran pájaros. Sus rasgos eran de diversos colores y muchas
de ellas se confundían con el color de las hojas de los árboles.
¿Quiénes eran?
¿De dónde venían? Se encontraban en
todos lados, inclusive el amable sol contribuía con su luz a manifestarlas en
mayor grado. El muchacho las saludaba con amor y respeto ubicando alrededor de
los arboles piedras sagradas estableciendo gratitud ante ellas. Ellas a cambio
mecían sus hojas y así fue que se
percató que se había establecido una conexión entre ellos. Entonces, era
cierto. Las aves sagradas existían. Tenía que aprender más de ellas.
Todos los días
las visitaba, y descubrió que el sol las iluminaba vistiendo los arboles con
radiantes colores. ¡Que ignorantes éramos! Había una conexión entre la estrella
radiante de la mañana, y ellas, pero no lo había definido todavía.
Un día el sol se encontraba más radiante que nunca. Sabía que pronto se celebraría el solsticio de
verano, y todos los druidas se reunirían
alrededor de los arboles prendiendo fogatas, orando con canticos y
estableciendo juicios a los miembros de la comunidad que no eran de buen
proceder.
Arbiskiar temia
por sus amigas. Sabía que los druidas amaban a los árboles y muchos de ellos
habitaban lejos de los poblados, pero no conocían a las aves sagradas. Tenía que confiar en
ellas. Por alguna razón no se revelaban a todos.
En ocasiones los
druidas podían ser muy duros en sus juicios en contra los condenados de la
comunidad. Creían firmemente que el sol y los arboles contribuían a establecer
justicia.
En una ocasión
juzgaron a un muchacho muy severamente. Manifestó que había tenido un sueño
desalentador en contra la comunidad celta. Afirmaban que llegarían guerreros a
destruirlos. Empezarían con los hombres y después con las mujeres y niños. Destruirían
sus hogares y todo aquello que implicaba
vida en la comunidad Celta.
Los druidas se
enfadaron muchísimo. Las visiones les correspondían a ellos ¿De dónde sacaría esas ideas ese
joven? Arbiskar había escuchado de un imperio de grandes luchadores y
conquistadores que habitaban más allá de los bosques. Los sacerdotes amarraron
al pobre muchacho en un árbol y esperarían que fuera media noche para
sacrificarlo con el fin de que ninguno de la comunidad osará a repetir una conducta parecida al joven
Arbiskar le pareció muy injusto todo. Sus queridas aves
desaparecieron por varias lunas. Entonces, el decidió rescatar al muchacho.
Sabia la hora en que almorzaban y hacían su comida. Así que se deslizo
sigilosamente y desató al joven.
-Ahora, vete y no vuelvas más. Creo en tí, pero hay mucha
superstición entre nosotros.-
-¿A dónde iré? Me
moriré de hambre en el bosque.
-Tengo unos amigas que te ayudarán, pero tienes que
prepararte para lo desconocido-
El joven desapareció corriendo hasta las profundidades
del bosque.
Arbiskar les pidió a sus amigas que lo ayudarán.
-Sé que están dolidas por la conducta de algunos humanos,
pero el muchacho no tiene la culpa. Solo hablo con la verdad- El muchacho depósito
unas flores en la base de uno de los árboles y un olor fragante salió de ella.
Las aves aparecieron otra vez ante la vista de Arbiskar.
Sabía que lo había escuchado.
A las pocas horas un maravilloso Arco Iris salió
mágicamente del sol y se desplazó a grandes distancias dentro del bosque.
Arbiskar nunca había visto algo semejante. ¿Qué harían sus amigas?
El joven que había rescatado Arbiskar había corrido tanto
y, estaba muy cansado. Estaba muy sediento. Vio un arroyo y tomo ávidamente
agua. Estaba tan cansado y se quedó profundamente dormido. Al despertarse se vio rodeado de deliciosas frutas. ¿De dónde habían salido? Lo único que percibía
era un radiante arco iris. Le pareció divisar unas aves que provenían del
mismo. Creyó que era su imaginación, pero lo ignoró, y decidió comerse las
frutas.
Agradeció a la magia proveniente del Arco Iris y como
iluminaba el firmamento.
Sin embargo, ¿Dónde iría? Se encontraba en lo más
profundo del bosque y no veía ningún camino que llegase a una salida. Sorprendentemente
empezó a escuchar tonos musicales ¿de dónde venían? Los escuchó con atención, y
se encontró con una salida. Allí había otra comunidad, pero no eran celtas.
Eran galos. Sabía que eran muy hospitalarios.
Al salir del bosque se encontró con un druida que recogía
muérgano. El joven lo vio con desconfianza. No le dio tiempo, el druida lo
agarro por los brazos.
¿De dónde vienes? ¿Por qué me temes?
Vine huyendo de mi comunidad. Se encuentra del otro lado
del bosque. Unos druidas me querían ejecutar, pero me salvaron unas aves
mágicas y el canto de los arboles con ayuda de Arbiskar.
-Esos druidas son oscuros. Bienvenido a Galia. Aquí
te trataremos bien. Has tenido suerte, las aves sagradas te ayudaron-
El druida lo tomo de la mano y lo llevo a la comunidad de
galos. Los habitantes lo recibieron con mucha hospitalidad. Sabían que su
druida nunca se equivocaba con los extranjeros.
Mientras tanto, Albiskar regresó dando gracias a sus
amigas. Sabía que el joven estaba a salvo.
Los druidas regresaron a media noche y se encontraron con
que el muchacho no estaba. Le habían desatado las cuerdas y había escapado.
¿Quién sería? ¿Sería alguien de la comunidad? No lo creían.
Ellos eran muy temerosos de sus reglas y la gran mayoría los respetaba. Siempre
se quedaron con la incógnita de como había escapado el joven.
Con el tiempo los Celtas le dieron la razón al Joven. Los denominaban “Romanos, y eran muy fieros”.
Cuando se aproximaron a su comunidad, muchos huyeron. Recordaron el presagio
que había dado el muchacho, pensar que los
druidas le iban hacer daño,nunca más confiaron en ellos.