sábado, 12 de junio de 2010

Los Invasores




Capítulo III


Halcón Gris no creía en la violencia como solución para solventar las diferencias, pero Puma Rugiente temía que el hombre blanco podría destruir a nuestros hermanos y del mundo en que creíamos. Halcón gris le pidió una tregua de tiempo para esta raza. Pactaron en esperar seis lunas llenas y durante este lapso observarían cómo el águila de las montañas la venida del hombre blanco hacia nuestro valles y sus actitudes hacia nuestra amada naturaleza. Puma rugiente aceptó la tregua, pero éste estaba muy convencido de que el hombre blanco no debía ser bienvenido en nuestras planicies.

Pasaron los días lentamente, y una buena noche sentí un gran silencio alrededor de la tribu. No me gustaba. Era un silencio sofocante, aquel que indica una desgracia... Me levanté ya que me era difícil conciliar el sueño, y fui a dar un paseo a caballo en las praderas. Repentinamente sentí el viento erizar mi piel. Era una noche fría. No se escuchaban los sonidos de los pájaros y los pequeños animales que dormitaban en la oscuridad de la noche. A la distancia, cerca del gran lago azul en dónde pastaban los venados y antílopes sentí la presencia de una manada de lobos grises. Sus aullidos eran agudos y penetrantes. Percibí su tristeza y angustia en su espíritu. Estaba sorprendido. Había escuchado la leyenda de los lobos grises de nuestros abuelos, pero nunca había tenido la experiencia de tener contacto con ellos. De repente, el líder de la manada se me acercó y me dirigió una mirada fulminante. Percibí en su mirada mucho dolor, rabia y tristeza. Pensé que me atacaría. Nuestras miradas se cruzaron. Sentí que el lobo quería decirme algo, y entonces lo comprendí. Pronto llegaría la invasión del hombre blanco. Todo esto era un mal presagio. El lobo gris se alejó desapareciendo en las montañas con su manada. Nunca lo volví a ver durante el transcurso de mi existencia. Regrese a la calidez de mi hogar para dormir sin mucho éxito.

Las casas rodantes seguían invadiendo nuestras praderas. Empezaron a establecerse gradualmente cerca del gran lago perteneciente al espíritu del oso gris. Construyeron muchas casas con los troncos de pinos de las montañas e intentaron convivir con una naturaleza que desconocían totalmente. Nuestro Jefe Halcón Gris pensaba que esta era una raza aventurera. Se habían alejado de la seguridad de su pueblo e intentaban hacer una nueva vida en una tierra que desconocían.

Al día siguiente cuando el sol irradiaba con su luz un bello amanecer aparecieron Puma Rugiente y sus bravos. No eran buenas nuevas. Puma Rugiente estaba lleno de ira, y muy herido. Al parecer durante la noche anterior habían atacado a parte de su tribu y habían herido a muchos de su pueblo. El resto logro salvarse porque se dirigieron al gran lago. Esto ya era inaudito. Puma Rugiente y Halcón se reunieron en un consejo de guerra convocando a todas las tribus de las planicies. No había salida. No iban a permitir que esa raza destruyera a sus familias. Halcón sugirió la seguridad de las mujeres y los niños. Ellos no deberían morir innecesariamente, y menos presenciar esa matanza que acrecentaría más odio entre los suyos. Así que me encomendaron llevar a las familias al gran lago para protegerlos de esta guerra ya que yo conocía el terreno y tenía una mágica conexión con los animales, y estábamos seguros que sus espíritus protegían a nuestras familias.

Continuará…………………


1 comentario: