domingo, 11 de septiembre de 2011

Lucesita y la virgen de Caacupe




Lucesita era como muchos mestizos de Paraguay hija de un guaraní y una blanca. Vivía en la parte alejada de la aldea porque los indígenas eran muy celosos de su raza. Pero a los que más temía eran a esa raza de Mbayíes que eran raza muy agresiva y dominante. Eran tiempos muy difíciles. Las luchas entre las etnías sucedían a casi diario,  le pedía a su queridísima virgen de Caacupé que la protegiera siempre. Le habían relatado que hace años había protegido a un Guaraní de ser muerto por un mbayí en una persecución encadernicida. Desde ese entonces casi todo su pueblo se había vuelto devoto de esa maravillosa dama.
                                                                                                          

Lucecita vivía con su madre en una casa elaborada con troncos de madera con apenas dos hamacas en su interior. Apenas tenían para comer. Los Mbayíes habían azotado la aldea llevándose gran parte de la comida de la aldea.
Eran una tribu muy sanguinaria y pocos tenían la tenían temeridad de enfrentárseles. Así que sobrevivían de la leche de las vacas, los sembradíos de zanahoria, lechuga y otras hortalizas, y alguna pesca. Llego el invierno y con ello muchas enfermedades. Muchos guaraníes sufrieron de diarreas, y gripes virales características de esta época. La madre de Lucecita desde hace tiempo se sentía muy mal. Tenía una gripe mal curada, y en los últimos días tenía una tos que no se le quitaba. Lucecita no sabía que hacer. Le había hecho te de hierbas, y otros remedios que le aconsejaban las viejas de la aldea para que esta se curase. Pero Lucecita no le había visto mejoría. 

                
Un buen día Lucecita le comunico a su madre que iba a ir a la gran ciudad para buscar unos remedios y buscar un médico. Sabía que existía un médico que hacía milagros con muchas enfermedades. Sin embargo su madre le aconsejaba.

 – hija, no vayas. Es peligroso. Los Mbayíes te pueden encontrar-
 Pero el amor de su hija era mucho más grande y ella era muy valiente.
 – No te preocupes mamá, la divina providencia me protege y la virgen de Caacupé me protegerá en el camino- le contesto Lucecita.

 La madre de Lucecita no entendía esa fe tan grande que le tenía a esa dama. Para ella, todo era una conjetura, y si fuera cierto porque no había ayudado a proteger a su aldea de los azotes de los Mbayíes. Sin embargo no la detuvo.
Al día siguiente se fue llevo como comida un poco de leche y un rico cereal hecho por su madre. Tenía mucho miedo porque sabía que los Mbayíes le podían rondar los talones. Camino durante dos horas, y ya los pies lo tenían rojos de cansancio. Pero tenía que llegar a la gran ciudad. Sin percatarse a pocos metros había un grupo de Mbayíes. Estaba aterrorizada. Se acordó de su virgencita de caacupé y le pidió que la protegiera. Los indios la miraron con desprecio, y ese instante le pareció que le iban a hace daño. Muchos relámpagos aparecieron de repente en la claridad del día. Como los indios eran muy supersticiosos la dejaron sola creyendo que algunos de estos podrían caer encima y quemarlos vivos. Lo cual podría ser cierto ya que un relámpago que cae cerca de un árbol puede producir un gran incendio, y quemar y carbonizar a todo aquel que se encuentre cerca.
Después de una gran jornada llego a la gran ciudad. Pregunto incansablemente por el médico pidiendo a Dios encontrarlo y que la atendiera. Los pobladores de la ciudad cayeron en gracia de lucecita, y le aconsejaron que fuera a la medicatura y allí la atendería. Lucecita se moría de hambre y cansancio. Pero no desfalleció. Con mucha paciencia espero que el médico la atendiera. El médico muy amable le pregunto: 

- Que necesitas hija, te ves muy cansada-
Ella le respondió: Mi madre esta muy enferma. Tiene una tos horrible y no la he podido curar con ninguna hierba de la aldea. Le respondió con lagrimas en los ojos. Como el médico era de buen corazón, le entrego unos medicamentos. Dale esto 3 veces al día, y al poco debe curarse. No debe levantarse de la cama ya que a mi juicio creo que tiene una enfermedad llamada bronquitis y si no es cuidada puede ser mortal. Si ves que no hay mejoría tendrás que traerla a la ciudad. Lucecita le pidió a su virgencita que no tuviese necesidad porque era una larga jornada para su madre. Le dio gracias al buen médico. Este no le pidió dinero ya que sabía todas las tribulaciones que estaban pasando los guaraníes. Descanso un rato, y emprendió la jornada de regreso. Había mucha lluvia por la tupida selva, al oír las cascadas sabía que ya estaba cerca. Llego a su humilde hogar, y una de las viejas de la aldea le dijo que su madre estaba más convaleciente. Sin embargo Lucecita tenía mucha fe, y le dio los medicamentos como le indico el médico. A la semana ya su madre estaba restablecida y con más color en las mejillas. Lucecita sabía en el fondo de su corazón que la virgencita de Caacupé la había ayudado con su gran amor, y fue ella la que la había conducido a ese maravilloso médico que con su gran corazón le había proporcionado los adecuados medicamentos para curar a su madre.













miércoles, 7 de septiembre de 2011

Felicidades a todos



He recibido este lindo regalito de mi queridisima amiga Nicole, por lo que lo he querido compartir con todos ustedes, yo soy gran lectora   de sus blogs. Entre los blogs  que siempre me gusta  visitar se encuentra los siguientes. Es un bello detallito por lo que me gustaria compartirlo con uds, y a su vez lo comparton con otros bloggers.


http://danzandoencasasolaydescalza.blogspot.com
http://theclubofcompulsivereaders.blogspot.com
http://laescribientemariposa.blogspot.com
http://deseosderebecca.blogspot.com
http://mujerdiosa.blogspot.com
http://beni-es-argos.blogspot.com
http://eljardinerodelasnubes.blogspot.com
http://quejascontralasociedad.blogspot.com
http://elespaciochiquito.blogspot.com
http://moisesfisher.blogspot.com
http://losmanuscritosdelcaos.blogspot.com
http://recetasparamishijos.blogspot.com


sábado, 3 de septiembre de 2011

Pablo y el pequeño Cachalote



En los indómitos mares de la Patagonia habitan las bellísimas ballenas. Dicen los más viejos habitantes de Argentina que estos bellísimos seres de la creación comunican sus tristezas a través de los profundos sonidos que emiten al pasar con sus respectivas familias, y se puede percibir su tristeza cuando pasan a distancias visibles de las orillas del mar.

Pablo vivía cerca de Bariloche, y había visto muchas ballenas. Incluso en algunas noches de invierno había tenido la dicha de visualizar la aurora boreal. Le encantaba ver semejante espectáculo. A pesar del frío inminente que hacía en esa época del año, él lo disfrutaba muchísimo. Él, como muchos argentinos de la Patagonia amaba a sus queridas ballenas, y por eso detestaba esos marinos que las cazaban solo por un gramo de aceite. Hasta hace algunos años atrás las Ballenas venían en gran número hacía la orilla de la playa, produciéndose la muerte instantáneamente. Es como si supieran en su interior lo que les esperaba.
Al muchacho le indignaba todo esto. Como era posible que estos bellísimos mamíferos se suicidaran de esa manera. Tenía que hacerlo algo. Aunque no había pensado nada en ese momento.

Sin embargo Pablo tenía sus sueños y sus más altas esperanzas, y si él ponía su granito de arena para salvar a estos gigantes, tal vez él podría marcar la diferencia. 

El muchacho era un joven de apenas 16 años, y como todos en esas edades tenía sus propias metas y sueños. Su familia no lo sabía, pero él quería ser un biólogo marino. Pero, él era muy pobre, provenía de una familia de pescadores. Sin embargo él pensaba que nada era imposible, lo importante era proponérselo y luchar por cumplirlo.

Un buen día, al finalizar de ayudar a su padre, en limpiar el pescado, y organizarlo para llevarlo posteriormente al mercado temprano en la madrugada fue a dar su caminata por los bordes del acantilado. Y entonces allí lo vio: Era un pequeño cachalote. Menos mal que no había llegado a la playa, pero se podía distinguir desde los acantilados. Era de un color gris plateado con una singular estrella cerca de la mandíbula. Estaba sorprendido. Nunca había visto nada parecido. Se acercó sigilosamente. El pequeño cachalote pensó en huir y alejarse rápidamente al detectar la presencia de un humano. Pero no lo hizo. Dicen que algunas ballenas detectan el alma de los seres humanos, sobre todo cuando muy jóvenes. El simpático Cachalote lo saludo echándole con sus aletas una buena dosis de agua. Pablo no se molesto para nada. Estaba emocionado de tener esos gigantes tan de cerca.
-Amiguito, ¿dónde esta tu familia?
Este le respondía zambulléndose dentro del agua y volviendo aparecer instantáneamente. Pablo se dio cuenta que podría hacer una linda amistad con el. Sin embargo, a pesar de que había transcurrido algunas horas con él, al poco tiempo se fue desapareciéndose por el mar.
Pablo llego a su casa empapado. Sus padres extrañados le preguntaron.
-¿Dónde estabas metido?
- Por allí. Compartiendo con los muchachos. Uds. saben como son
Sus padres no se preocuparon para nada, así que lo dejaron tranquilo sugiriéndole que se cambiara y cenara, porque pronto era la hora de comer.
Secretamente Pablo iba todos los días al acantilado para ver si veía a su amigo otra vez. Pero no aparecía. Así que pensó. Es lo mejor, así esta con las otras ballenas, y estará seguro de esos despiadados marinos.

Una tarde escuchó unos chillidos. Era su amigo. Unos marineros intentaban atraparlo con una red.
-¡Ya casi lo tenemos!- decían
Pablo al darse cuenta empujó salvajemente a los marineros. Los tumbo al piso, y con un pequeño puñal, rompió gran parte de la red. Como buen pescador, él conocía las bases de la red, y que partes eran las más frágiles.
- ¡Te volviste loco! Ese animal podía ser un buen señuelo para atrapar a las otras ballenas, ahora se va escapar.
- Eso espero-
El Cachalote aprovecho la oportunidad para zafarse e escaparse nadando a grandes velocidades hacia mar adentro.
Los hombres se retiraron refunfuñando profiriendo insultos al pobre Pablo. Pero, este lo ignoro.
Hubo una temporada en que no se conseguían peces por ninguna parte. Era como si hubiesen desaparecido. Los hombres del pueblo decían:
-Tendremos que cazar las ballenas, y así ganarlos algo para comprarnos alimento.
Pablo no le hizo gracia. Les pidió que lo reconsideraran. Daba mala suerte hacer tanto daño a los animales.

Una tarde, Pablo decidió buscar peces, así que se fue en su lancha a alta mar. Trataría de encontrar algunos así los hombres se olvidarían de esa terrible idea de hacer daño a las pobres ballenas

No había visto un miserable pez. Frustrado con rabia, y malhumorado decidió devolverse a su pueblo. Pero en ese momento apareció su amigo. Y no solo estaba él sino también otras ballenas. Que emocionado estaba.

El cachalote le echo agua otra vez con las aletas indicándole en su lenguaje que lo siguiera. Pablo lo comprendió. El cachalote en conjunto con las otras ballenas lo llevaron a un arrecife. Estaba lleno de peces. Grandes y pequeños. Había grandes atunes, sardinas y cantidad de peces para elegir.
Pablo no perdió tiempo. Lanzo la red, y con gran destreza logro pescar una cantidad de peces. 
-Gracias amigo. Te lo agradezco. Mi gente no se morirá de hambre.

Entonces Pablo fue testigo de algo increíble. Las ballenas cantaban. Que bella melodía. No era como esos lamentos tristes que había escuchado Pablo en la playa. Y entendió, era una forma de agradecerle lo que había hecho por el pequeño cachalote. 
Pablo no volvió a ver a las ballenas en alta mar. Al principio se entristeció mucho, pero entendió que era lo mejor para ellos. Fue de regreso a su aldea y les enseño todo lo que había pescado. Estaban atónitos.
-Muchacho, ¿Donde conseguiste tantos peces? Le preguntaban
-Cerca de un arrecife. Yo los puedo guiar.
Y así fue que un amable cachalote salvo a toda una aldea de un gran azote de hambre. Pero Pablo no lo dijo nunca. Ese era su secreto. El estaba ferviente seguro de que el mar tiene muchos secretos, y tal vez algún día los desvelemos cuando la humanidad vuelva totalmente en cada ser viviente.

Con el tiempo, y con mucho sacrificio, Pablo entró en la universidad y ahora es un excelente Biólogo marino. Y lleva en ocasiones a sus estudiantes, y amigos a que presencien a las ballenas, y algunas veces, no muy frecuentemente se acerca una ballena a la embarcación y le llena a toda la tripulación de agua.

Entonces Pablo lo reconoce. Es su querido amigo. Es una grandísima ballena, y como no distinguirla. Sigue con su pequeña identidad. La estrella al lado de la mandíbula.
Pablo ríe de felicidad. Los estudiantes más jóvenes emocionados también se ríen y disfrutan el momento. Y así fue como un muchacho pudo marcar la diferencia. Hoy en día, en muchas partes de la Patagonia hay más ballenas que hace algunos años. Por eso se dicen que nosotros podemos marcar la diferencia poniendo siempre nuestro granito de arena


viernes, 2 de septiembre de 2011

El sueño de Carlitos




Carlitos era un niño común como todos los de su edad. Le gusta jugar con sus videos juegos, jugar con pelota con sus amigos e ir al cine a ver las películas mas recientes. Pero lo que más le emocionaba y más lo satisfacía era ver las estrellas de noche. Pasaba horas observándolas con el fin de descubrir una estrella fugaz. Soñaba hace tiempo con ese telescopio que vendían en esa tienda tan cara. Pero su mamá le decía:
No sueñes tanto Carlitos, no podemos costear un Telescopio, apena sobrevivimos para comer

Sin embargo Carlitos no se desanimaba. Un buen día sus amigos lo invitaron a participar en un juego de metras. Pedrito, quién era su mejor amigo le animo:
-Oye, Carlitos, vamos a retar a esos niños a un partido, pero eso sí vamos a apostar a ganar- le  dijo su amigo.
A Carlitos no le pareció mala la idea, pensando en ese telescopio que tanto deseaba. Llegó el día, y entonces decidieron jugar por pareja. La apuesta era por cien mil bolívares. Carlitos se preguntaba de donde sacaría esos niños tanta plata, pero no le importo. Pedrito y Carlitos iban a jugar por parejas. Ya habían dado una vuelta y no habían ganado ni una metra. Pero Carlitos tenía mucha confianza en sí mismo. Cuando visitaba a sus abuelos, en el pueblo se le consideraba el mejor jugador de metras. Ya en la segunda vuelta Pedrito había ganado la mitad de las metras y Carlitos la otra mitad. Solo faltaba una vuelta. Ya eran las cinco de la tarde. Carlitos estaba sudando de la emoción y ansiedad. Le quedaba una última metra. Era una metra de color azul celeste. La soplo con ansiedad y derrumbo las metras que faltaban. Había ganado. Los niños del otro bando estaban decepcionados. No imaginaban como un niño de apenas 8 años hubiera ganado un partido. Al principio no le quisieron dar la plata, pero realmente se lo había ganado limpiamente. --Felicitaciones pequeñín, te lo has ganado, pero cuéntanos, ¿Qué vas hacer con ese dinero? le preguntaron.
- Me voy a comprar un telescopio-Le contesto Carlitos.
_-Pero, con eso no vas a llegar a Roma, es muy poquito, un buen telescopio cuesta quinientos mil bolívares- Le dijeron los muchachos.
 – Tienes razón -le respondió.
-   ¿Sabes qué? mi abuelo necesita ayuda en la tienda de helados, y de repente si lo ayudas te puedes ganar un poco para completar lo que necesitas- le dijo su amigo.
Pedrito le presentó su abuelo a su amigo, y este acepto inmediatamente. Realmente fueron 6 meses de arduo trabajo. Salía de la escuela, hacía rápidamente sus tareas, y ayudaba al abuelo de su amigo. Su mamá no sabía nada, pero se sospechaba algo. Un buen día Carlitos llegó con el Telescopio a su casa.
-¿De dónde lo sacaste? ¿Se lo quitaste a alguno de tus amigos?- le preguntó preocupada.
-No. Mamá lo compré con los reales que me gané trabajando en la heladería del señor González. La mamá de Carlitos respiró profundo, y le dijo que se sentía muy orgullosa porque había aprendido que no basta soñar hay que luchar por ello, y la mejor es por el valor del trabajo.

Esa noche Carlitos y Pedrito estrenaron el telescopio en la ventana de su casa. No se habían percatado lo linda que podía ser las estrellas y la cantidad que había en el firmamento. Una noche Carlitos pudo ver con el telescopio una bellísima estrella fugaz. Quedo impresionado de la belleza de este astro. Con el tiempo Carlitos fue creciendo y se hizo hombre. Estudio muchísimo para conocer más de las estrellas y del universo. Se ganó una beca para estudiar en la NASA, y ahora es uno de los astrónomos más reconocidos de este centro de estudios espaciales. Pero nunca olvidó la adquisición de su primer telescopio, y cómo le costo conseguirlo. Indudablemente el telescopio y su amor al universo marcaron su vida y trabajo. Y todavía sueña con volar en el espacio, pero esa es otra historia.