sábado, 14 de mayo de 2011

Escarchita y las Ánguilas



En lo profundo del mar atlántico vivía un pequeño pez de aleta plateadas con franjas doradas. Decían las sirenas que el animalito era así porque sus padres habían vivido cerca de un buque viejo de piratas en donde se encontraba un gran tesoro. Dentro del viejo buque se encontraba grandes lingotes de oro y otras joyas preciosas. Pero posteriormente, se mudaron a un coral fuego habitado por multitudes de peces de todas las especies y variedades, ya que ese tesoro era muy buscado por los humanos. Y además el coral fuego tiene la particularidad de que si es tocado por manos humanas quema en alto grado, así que allí no los molestarían para nada. Al pequeño pez lo llamaron Escarchita porque cuando nadaba a grandes profundidades iluminaba con sus franjas luminosas los territorios más oscuros.

Todos lo querían mucho, incluso las odiosas anguilas eléctricas que se dedicaban a molestar a los más pequeñines porque el amable pez era muy amistoso con todos los habitantes del mar incluso los más feos y espeluznantes que se pueden imaginar.
Sin embargo a los antipáticos tiburones no les hacía mucha gracia que se hiciese amigos de los peces feroces del mar. Estos les encantaban aterrorizaban a todos. Les encantaba perseguir y acosar desde el pobre pez globo hasta el delfín más juguetón que se paseaba por el mar.
A pesar de que los tiburones habitaban en aguas más frías y lejos del coral fuego no le hacía ninguna gracia que las anguilas eléctricas se la pasasen con Escarchita. Ellos desde siempre tenían una buena sociedad con las anguilas. Estas atontaban a los peces más pequeños, y estos ya por supuesto tenían su almuerzo ya listo.
Para ellos todo cambio. Tenían que buscar su almuerzo de otra manera. Los peces que vivían en el coral fuego sabían cuando venían los tiburones. El tiburón Martillo siempre venía a la cabecera, pero todos ellos tenían sus escondites, y ahora las anguilas montaban la guardia, y si se acercaban mucho recibían unos cuantos corrientazos de éstas.
Toda esta situación tenía muy enfurecido al Tiburón Martillo, y entonces decidió tenderle una trampa a Escarchita para tener a las Anguilas como aliadas. Sabían que Escarchita le gustaba explorar y conocer las profundidades del mar así que el Tiburón Blanco, quién era el más astuto busco a un Erizo malhumorado que vivía cerca de su territorio.
-Oye tú. Le dijo el tiburón
- ¿Que quieres? No ves que estoy durmiendo mi siesta. Le dijo gruñendo el erizo
- Por cierto, ¿porque no vives en el coral fuego con los otros erizos? Le preguntó el Tiburón
-Es que ese escarchita me cae de un pesado. Desde que se ha vuelto tan popular todo los demás me ignoran. Así que decidí alejarme de ese vecindario.
- Quieres vengarte. Nosotros los tiburones también lo detestamos.
- ¡y eso!
-Las anguilas son ahora amigas de él, y nos gustaría proponerte algo para que los dos nos beneficiemos.
-¿Que quieres? Le preguntó el Erizo.
- Que tal si lo invitas a las cuatro corrientes, y como es de un curioso seguro que aceptará.
-Eso suena macabro, allí solo hay oscuridad le respondió el Erizo
-Esa es la idea. Le contestó el Tiburón.

A pesar de que la idea no era muy bonita, el pobre Erizo estaba de lo más resentido así que decidió unirse al plan. El Tiburón Blanco ya se imaginaba comiendo peces más grandes, así que se fue nadando hasta llegar donde estaban sus otros amigos.
Así que deslizándose por la arena llego al coral fuego. Y se acercó al ingenuo pez.
-Hola Escarchita
-¡Hola! Que gusto verte otra vez. Sin pensar en los planes del Erizo.
-Sabes, como yo se que te gusta incursionar, mañana salgo a las cuatro corrientes, ¿Quieres ir conmigo?
- ¿Y que tal es el sitio?
-Es un poco oscuro, pero dicen que allí viven unos peces muy amigables
-¡fantástico! Debe ser buenísimo el sitio. Voy a invitar a mis amigos los caballitos del Mar.
-¡No! No puedes decirle a nadie. Es un secreto entre tú y yo.
- Bueno si lo pones de esa manera le respondió Escarchita.
Al día siguiente Escarchita salió muy emocionado con el Erizo. Le pareció un poco extraño que fuese tan lejos, pero como él tenía un espíritu de aventura sin igual no le importo.
Ese día nadie noto la ausencia de Escarchita a diferencia de los delfines y los pulpos.
-¿Dónde esta Escarchita? Pregunto Motitas.
-No lo he visto respondió el otro delfín
-Yo si. Lo vi acompañado de un erizo de púas rojas dijo el Pulpo
-Ese es gruñón contestó. No debe estar en nada bueno entre manos respondió
-El otro día lo vi con unos Tiburones. Me pareció tan extraño comento un calamar.
-Puede que Escarchita se encuentre en Peligro. Dime por donde lo viste.
-Se dirigían a las 4 corrientes.
Mientras tanto Gruñón y Escarchita ya casi llegaban a las 4 corrientes. Entonces le dijo con malicia al pobre Escarchita.
-Mira, si sigues nadando hacia las profundidades en la parte más oscura, allí viven unos peces luminosos. Son muy amigables. Seguro que estarán felices de hacer amistad contigo.
- ¿No me vas acompañar? Le preguntó ingenuamente Escarchita
-Yo estoy muy cansado. Voy a reposar debajo de ese coral.
- Gracias amigo. Eres muy amable. Lo tendré siempre en cuenta.

Así que Escarchita fue nadando a las profundidades pero no vio ningún pez. Todo era muy oscuro. Le parecía todo tan extraño. Quiso volver, pero estaba un poco oscuro y ya sus aletas ya no brillaban tanto porque estaba cansado del viaje. Se escondió detrás de una roca, y le entro un susto.
Escarchita empezó a pensar que el Erizo lo había engañado. Pero ya no se podía hacer nada.
Mientras tanto los Tiburones se dirigían al coral fuego. Y vieron a las anguilas un poco tristes.
-¿Qué les pasa? Será que Escarchita los abandono.
- Eso les pase por hacer amistad con ese pez tan extraño comento el tiburón Martillo.
-¡Déjenos en paz! Le contestaron
-Bueno Uds. ya saben donde encontrarnos. Le dijo el Tiburón Blanco.
Las anguilas que estaban un poco resentidas ya porque además no eran muy pacientes decidieron esperar una semana, si Escarchita no aparecía se irían otra vez con los tiburones.

Mientras tanto los Delfines buscaban a Escarchita. Y no lo veían por ninguna parte.
Antes de llegar a las cuatro corrientes se encontraron con un pez de gran tamaño. Tenía la particularidad que era de zonas oscuras pero no le gustaba para nada las 4 corrientes porque eran muy frías. Así que ni se acercaba.
-¿Has visto a un pez con aletas plateadas con franjas doradas?
-Déjame ver. Ah si. Esta mañana. Me parece una locura que un pequeño pececito se aventure a ir por esos lados.
-El es nuestro amigo. ¿Será que nos ayudas a buscarlo? Le pregunto Motitas
- Uy, me da miedo, esas corrientes son muy frías y es muy oscuro.
-Pero, tú tienes luz propia. Nosotros no podemos ver en las profundidades. Le dijo Motitas.
- Como yo sé que tú has sido siempre muy servicial conmigo. Lo buscaré. Pero no me gusta ir solito.
- Yo te acompaño dijo el pulpo
Así que fueron descendiendo llamando a gritos a Escarchita.
Escarchita le pareció oír voces y entonces se percató que no estaba solo.
-Venimos de parte de los delfines. Están preocupados por ti. ¿Que haces tan lejos de tu casa?
-Un erizo me invito a pasear por estos lados diciéndome que había otros peces, pero por lo que veo aquí no veo nada.
-¡Tu si eres tonto! Te han tendido una trampa. En las cuatro corrientes nunca ha habido ni un alma. Acompáñame, vámonos de aquí.
El pobre Escarchita decidió seguirlo, y al llegar más arriba vio a sus amigos los delfines.
-¡Menos mal que te encontramos! Pudiste haber muerto en esos territorios. Le dijeron los delfines.
Cuando llegaron al Coral fuego no vieron a las Anguilas. A Escarchita le pareció todo tan extraño. ¿Dónde están mis amigas las corta corrientes? así las llamaba Escarchita con cariño.
-Se fueron con unos tiburones, estaban un poco decepcionadas porque no aparecías. Tú sabes como son. Le dijo un calamar
- Las voy a buscar dijo Escarchita.
-¿Cómo se te ocurre? Están con los tiburones. Te pueden comer. Le dijeron los delfines.
-Sin embargo tengo una idea, mañana vamos para allá en las aguas de los tiburones, claro a cierta distancia dijo el más valiente de los delfines
- Vamos a ver, sin son realmente tus amigas. Dijo Motitas.
Al día siguiente, salieron los delfines y Escarchita. Allí estaban las anguilas con los tiburones y con el traidor del erizo.
-¡Mira quién viene por allí! Dijo el Tiburón Blanco relamiéndose los dientes.
-Pero, viene acompañado de esos delfines. Yo no me meto con ellos. Son muy ágiles e ingeniosos. Y no quiero una pelea con esos. Dijo el Tiburón martillo, quién era un poco cobarde.
-Hola amigas le dijo Escarchita.
- ¿Que haces por estos lados? Le respondieron las anguilas con frialdad.
-Vine a saludarlas. Es que me perdí. Ese Erizo me llevo a las cuatro corrientes, y si no fuera por mis amigos los delfines y otros peces hubiera sucumbido.
-¡Con que esa tenemos! y entonces sin pensarlo le dieron unos corrientazos a los tiburones.
-¡Perdónanos Escarchita! Es que creía que ya no querías ser nuestro amigo.
-Tienen que tener un poco más de fe y ser menos impacientes. Les reclamó Escarchita.
- ¡Vámonos de aquí! Todos ustedes unos traidores. Nos quedaremos por siempre en el coral fuego.
- Caramba Gruñón. Sé que te sientes muy solo. Siempre serás bienvenido en el coral fuego. Aunque esa fue una jugada muy fea le dijo uno de los delfines
- Lo siento. Le dijo gruñon.
-Te perdonamos le dijeron los delfines.
-Ven Gruñón. Conozco un sitio en donde hay otros erizos. Te los presentare. Le dijo amigablemente Escarchita
Y así fue que las anguilas volvieron al Coral fuego, y Gruñón dejo de ser un erizo solitario y resentido. Hizo amistades con otros erizos e incluso formo una familia.
Por otro lado las anguilas están muy felices en su nuevo hogar. Ya no molestan ni a los peces más chiquiticos. Y los tiburones dejaron en paz a todos los peces que vivían en el hermoso coral.
Y bueno en cuanto a Escarchita, sigue haciendo nuevos amigos, pero aprendió ser más prudente y no alejarse tanto de su hogar y menos solo. Y Colorín colorado este cuento ha terminado.

sábado, 7 de mayo de 2011

Pedro y el ave Fénix


Cuenta nuestra historia que la carretera a Ocumare no se construyó en un día. Fue construida por los presos de la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela. Y gracias a ellos y a su posterior asfaltado podemos los venezolanos disfrutar de una de las más bellísimas bahías del estado Aragua, la bahía de Cata. Pero anteriormente esos terrenos eran pura maleza, y solamente los animales y plantas convivían en el. Eran los tiempos de Alejandro Humboldt, quién impresionado por nuestras bellezas naturales se atrevió a escribir varios libros de botánica, los cuales han sido conocidos hasta nuestros días. Sin embargo, a pesar de lo desconocido de esta región, muchos viajeros se habían atrevido a echarse la aventura a atravesar esta gran selva porque sabían que después de 3 días de camino les esperaba algo maravilloso. Solo eran rumores de pueblo, que salían de boca en boca y sin embargo, todos aquellos que habían osado iniciar esta excursión habían fallado desapareciendo entre la maleza. Muchos decían que fueron picados por grandes mapanares, o caídos en las fauces de un gran felino, que había hecho su agosto saciando así su hambre.

Pedro no era cualquier aventurero, había estado en la selva de Amazonas, y había sobrevivido a ella. Dicen las lenguas de los indígenas de estos territorios que tenia el don de hablar con los animales, y que era amable, y respetuoso con las plantas, y por ello no había sido consumido por la selva. Pero claro, eran puras habladurías. Pedro había escuchado que en la zona central de Venezuela existía una gran bahía, y que esta era un paraíso terrenal ya que nadie la conocía. Muerto por la curiosidad decidió encontrarla.

Después de varias leguas de camino, y salir del pueblo de Maracay decidió adentrarse a la montaña. No había por donde empezar. La selva era muy tupida, pero también era muy hermosa. Temprano en la mañana se escuchaba el trinar de los pájaros, el colibrí hacia acto de presencia y se sentía el sonido de las ranas cerca de los riachuelos. Al iniciar la escalata a la montaña, sintió la presencia de los mosquitos y los jejenes, pero el era muy precavido. Un curandero le había preparado una loción para untarse en el cuerpo para ahuyentar estas alimañas. Con machete en mano fue saliendo de toda la maleza impresionado al mismo de la belleza de la flora y la fauna. La montaña contaba con la presencias de árboles de gran estatura, y en muchas de ellos habitaban una gran cantidad de perezas. Se había llevado también unas cuantas arepas para bajar el hambre que se le podía presentar en el camino.

Sin embargo a final del día ya empezó a sentir el cansancio, así que decidió descansar. Se detuvo a descansar debajo de una gran mata de helechos haciendo caso de los sonidos que emitían los animales. De todos modos dejo un fuego prendido por si se acercaba un animal que quisiese devorarlo. Al día siguiente emprendió el camino. Ya su brazo le dolía bastante de tanto cortar maleza. Pero se había propuesto encontrar ese maravilloso paraíso. A pocas horas sintió un gran rugido. Lo sentía a la distancia. Su corazón palpitaba fuertemente, y el sudor salía a cantaros por su piel. De solo imaginarse que se encontraría con un jaguar, no sabría que hacer. Sabía que podría morir en un enfrentamiento de ese tipo. Cerca de un gran árbol de grandes lianas se encontraba una Pereza. La pobre se encontraba mal herida.

Se acercó con mucha gentileza, y la curó con unos remedios naturales que tenía en su mochila. A las pocas horas la Pereza despertó, muy contenta, y se subió inmediatamente al árbol donde le esperaba su familia. De repente escuchó una cantidad de sonidos de animales. Parecían sonidos de orangutanes salvajes, y cunaguaros. Pero los ignoró. De repente vio en el cielo un bello Ave Fénix. Decidió seguirla aunque volaba rápidamente. El ave sabia que él estaba allí, y pareciera en el fondo que esta le estuviese indicando el camino. Después de horas de caminar luchando contra la maleza y los mosquitos quedo impresionado lo que vio. Se encontraba en la presencia de una gran bahía.

Esta parte de la montaña era más seca. Se encontraba llena de cactus naturales. Pedro nunca había visto tanta agua, y una playa tan hermosa. Bajo inmediatamente de la montaña hasta acercarse al mar. i Que delicia! Esto si es un paraíso. En la playa vivían un grupo de pescadores, que sorprendidos del extraño fueron muy recelosos. Sin embargo, no vieron peligro en él. Así que lo recibieron con gran amabilidad, y le enseñaron a pescar desde temprano en la madrugada en sus peñeros. Pedro no cabía de sorpresa. Que cantidad de peces. Carites, Meros, Sardinas, y Ostras escondidas entre las piedras. Después de contarles Pedro a los pobladores de Ocumare lo del ave Fénix se miraron unos a los otros. Ese es Corrobó, el espíritu guardián de los animales del bosque. El solo guía y ayuda a cumplir nuestros deseos a todos aquellos que son de buen corazón. Por algo te ganaste su confianza le comentaron a Pedro. Y con el tiempo se corrió la voz por el pueblo de Ocumare como un extraño aventurero llego a la bahía de Cata gracias a la ayuda de Corrobó, el guardián de los animales de la selva.