viernes, 26 de noviembre de 2010

El padre de Lucesita




Capitulo XIII



Los muchachos descansaron y después de desayunar emprendieron el viaje a la tierra de Lucecita. Lucecita tenía cierto temor. Sabía del temperamento de su padre y tenia cierto temor por lo que podría pasarle a Carlos.
- No te preocupes Lucecita. Todo saldrá bien- dijo Gruñón dándose cuenta de la preocupación de la pequeña hada.
Gruñón no era muy afectuoso, y un poco seco, pero en ese momento la abrazo para que se tranquilizara. Lucecita sonrió y, y hizo el mayor de los esfuerzos para no angustiar a su amigo quién ya estaba empezando a preocuparse de la actitud de su amiga.


Después de bajar la colina se encontraron se encontraron con un majestuoso castillo de cristal. Se encontraba custodiado con Centauros y Unicornios.
Uno de los Centaurios reconoció a Lucecita y a Gruñón.
- El prodigo hijo vuelve a casa- dijo el Centauro mirando al humano con desconfianza.
- Pero, ¿Quién es ese?- le pregunto al otro Centauro.
- Me parece que es un humano- dijo con desprecio.
- Me llamo Carlos- dijo fuertemente el muchacho.
-Deja que el rey se entere. No me gustaría estar en tu pellejo- dijo el unicornio.
- Avísale al rey que ya llego su hija, pero tiene acompañantes-
El rey no tardo en salir del castillo, aunque Lucecita se esperaba lo peor, el Elfo se acerco a ella y le dio un gran abrazo y la cubrió de besos.
- Creíamos haberte perdido-
- Veo que volviste- le dijo con antipatía a Gruñón.
-No seas rencoroso. No te parece que eso paso hace algún tiempo-
- Me abandonaste cuando mas lo necesitaba. Necesitaba tus consejos con respecto a los Orcos-
El rey se percato de la presencia de Carlos, y al verlo le dijo rápidamente a los Centauros.
- ¡Atrapen a ese humano!- No queremos esa especie aquí-
Entonces en un momento, el pobre Carlos se vio rodeado de Centauros que le impidieron el paso. Lo empujaban violentamente hasta llegar a un pozo profundo.
- No le vas hacer nada a ese muchacho. Gracias a él tu hija esta viva- dijo Gruñón
-¿cómo?-
- No me importa. Esa especie es muy dañina- dijo el rey.
- Entonces tendré que usar mi magia para que me escuches- dijo el mago.
- Centauros, suelten al muchacho. Vamos a ver que tiene que decir Gruñón.


Fue entonces cuando Gruñón le relato todo lo acontecido a los muchachos, y como habían llegado a su cueva.
-¡Esos orcos! Me las pagarán. Mañana mandaré una cruzada para destruirlos- dijo el Elfo.
- Ya ha pasado todo, y Lucecita se encuentra bien. No es necesario una guerra que traería solo destrucción- dijo Gruñón.
El rey se encontraba fuera de si. Tenia un temperamento implacable, y cuando se le metía una idea en la cabeza nadie lo podia sacar.
-Suelten a ese muchacho, y cerciórense que mañana se vaya a su tierra. No quiero humanos cerca-
Los Centauros lo soltaron. Sentían cierta lastima por el muchacho. Había cuidado mucho de Lucecita, y se merecía todo su apoyo y consideración. Pero desgraciadamente el rey era soberbio, y desagradecido y tenia cierto desprecio por los humanos.


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viernes, 12 de noviembre de 2010

Lucesita y Gruñon




Capitulo XII

Carlos se acercó a la pequeña hada y le dio un  gran abrazo y un beso en cada mejilla. Lucecita se ruborizo ya que no se lo esperaba.
-¿Cómo te encuentras? le preguntó Carlos
- Un poco enfadada, pero me alegro que estés aquí. No quiero permanecer en ese sitio más tiempo- dijo disgustada  lucecita.
- Tienes razón. Todo ha sido muy desagradable para ti.

Canela y Paletas la miraban con  cierta antipatía. A Paletas no le gustaban mucho las hadas, eran muy presumidas. Pero a lo mejor, ella era diferente.
-Él es mi amigo Paletas, y me ha acompañado todo este tiempo, sin él no me hubiese salvado de las pirañas del río.
Lucecita sonrío levemente. A pesar de que sintió ciertos celos del Castor le dio un gran abrazo y le acarició su pequeño lomo.
-¡Cualquier amigo de Carlos es amigo mío!
- ¡Muchas gracias! Todo es muy extraño. Nunca había conocido una hada, pero ya que Carlos me ha hablado con tanto cariño de ti pensé que podrías ser especial. Mis hermanos Castores no les tienen mucha confianza. Dicen que practican su magia con nosotros, y a algunos de ellos los han convertido en peces solo para divertirse- dijo el Castor.
- ¡Yo jamás haría algo como eso!
- ¡ Eso espero!
De todos modos Paletas la miraba con prudencia. Sabia que las hadas eran muy temperamentales, y quería ser víctima de ningún hechizo. Después de que se enfriaron un poco los ánimos Carlos, Lucecita y el Castor se despidieron amablemente  de las Liebres y emprendieron su trayecto.

El Castor, Carlos y Lucecita se despidieron amablemente de las liebres y emprendieron de nuevo su trayecto.
-¡Ya estoy cansada de este tamaño! Un día de estos nos va a comer un sapo- protestó Lucecita
- Bueno, vamos a resolver el problema
- Cerca de esa colina  vive gruñón. No perdamos tiempo- replicó Lucecita
-¡Un momento! Yo no los acompaño. Seguramente cuando sean de su tamaño original, no podrán oírme- dijo el Castor.
-¿Es eso cierto? preguntó extrañado Carlos
- ¡Es verdad! Ahora lo escuchas porque eres pequeño de estatura, pero después será todo diferente- respondió Lucecita.
- ¡Que lastima! Te había agarrado mucho cariño. Has sido un buen amigo. No te olvidaré- dijo Carlos
- ¡Allí hay un río! Me divertiré recogiendo algunas ramas. Estoy seguro que pronto vendrán mis hermanos-
Carlos le dio un gran abrazo y se despidió de su amigo con nostalgia.
Lucecita y Carlos emprendieron la marcha hasta llegar a la colina. Les tomo 5 horas hasta llegar a la cueva de Gruñón. No sabían cómo se comunicarían con él, ellos eran tan pequeños.
-¡Tengo una idea! Vamos agarrarle su vara mágica – dijo repentinamente Lucecita.
- Hay que tener mucho cuidado- advirtió Carlos

Con mucho esfuerzo Lucecita y Carlos movieron la vara mágica y se escondieron detrás de una piedra. Gruñón era un viejo mago ya con algunas mañas por la edad, y no le gustaba separarse de sus posesiones.
-¡diantres! ¿Dónde se encuentra mi varita? ¿Dónde la pondría? Repetía el mago.
Esta varita no la conozco muy bien, y además es muy pesada, si logro que salgan una pequeñas chispas, estoy segura que llamara su atención- susurró Lucecita.
Y entonces sin que Carlos la puédese detener, Lucecita dijo unas palabras incomprensibles y de repente aparecieron varias estrellas brillantes en toda la cueva.

Gruñón buscó a la varita hasta que la encontró detrás de la piedra, y entonces se percató de la presencia de los muchachos.
-¿Qué hacen en mi cueva? Apenas los veo voy agrandarlos
-¡Lucecita! ¿Qué te pasó?
- Es una historia muy larga- respondió el hada
-¡Yo pensé que nos matarías! dijo alarmada el hada
-¡No ocurrió! Dijo el mago gritando con mucha fuerza.
- Te oímos perfectamente- dijo Carlos
- Es que estoy más viejo, y un poco sordo- dijo el viejo mago.
- Tu padre te ha estado buscando por todos lados. Ha mandado sus mejores Centauros para encontrarte. Te va castigar cuando te encuentre. Tú sabes que él es muy celoso con sus hijas, y cuando vea a este humano va ser peor-
¿Podrías ayudarme,? Pregunto Lucecita
-¿Cómo?-
 - A pesar de que te has alejado de nosotros, mi padre te respeta mucho-
-¡ya pensaré en algo! Ahora descansen-


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sábado, 6 de noviembre de 2010

Las zanahorias Durmientes



Capitulo XI

Los simpáticos Gorriones se despidieron de nuestros amigos. Todos estaban muy contentos, y deseaban con gran ilusión volver a casa. Llevaban a cuestas tres inmensas zanahorias. Tuvieron que hacer varias paradas  ya que el peso de las Zanahorias era muy grande. Hicieron una parada a media tarde debajo de un Cedro inmenso para descansar, y todos quedaron profundamente dormidos debido al cansancio acumulado. Sin embargo, Tapitas dormía con ojo medio abierto. El olor de las Zanahoria lo tenía mareado. Y sin pensarlo dos veces empezó a mordisquear a una  de ellas. Era tan  deliciosa para el pobre animal, le gusto tanto que se comió además las pequeñas hojas que se encontraban en el extremo de la misma. Al poco tiempo sintió que se le dormían sus patas, su cola y todas sus extremidades, y como era de esperarse se quedó profundamente dormido en pocos segundos.

Paletas y Carlos se despertaron muy felices, y se sorprendieron mucho de ver a Tapitas dormido entre los matorrales.
- Ese Tapitas es un dormilón. ¡Pobrecito! Estaba muy cansado. ¡Despierta Tapitas! Tenemos que seguir- lo llamo Carlos.
Pero Tapitas no movió ni un músculo.
- ¿y qué le pasará a esa liebre?- preguntó gruñendo Paletas
- ¡Esa liebre se comió una zanahoria!-
- Me  lo debí haber imaginado. Es una tentación muy grande para esos animales. Tendremos que llevarlo cargado. Yo llevaré las zanahorias que quedaron, y tú encárgate de llevar a cuestas a Tapitas. No hay otra opción. Espero que se despierte en el camino- dijo Carlos
Paletas fue gruñendo en el camino. Carlos no le hizo mucho caso, tenían que apresurar el paso para llegar pronto al hogar de las liebres.
Llegaron ya al anochecer. Tapitas estaba todavía dormido pero le habían salido unas pequeñas erupciones en las patas.

Canela salio de su madriguera en cuanto llegaron. Había visto las zanahorias. Y ya se imaginaba saboreándolas. Entonces vio a Tapitas tirado en el suelo.
-¿Que le ocurrió? Preguntó la Liebre
- Las zanahorias se ven muy buenas, pero tienen efectos secundarios, eso le pasó por goloso- dijo Paletas a regañadientes.
-¿Desde cuándo las zanahorias hacen daño? Preguntó extrañado Canela
- Estas son diferentes. Pensamos que te gustarían, pero como son de otra variedad también tienen sus características peculiares. Tienen efectos aditivos, si se come en grandes cantidades, tiene que comerse por raciones- explicó Carlos
Una vieja Liebre salio de su madriguera y se dio cuenta de todo lo que estaba  pasando.
- Esas deben ser las zanahorias durmientes. Mi  abuela me relataba acerca de ellas. Tengo una poción que lo puede curar. Pero tengo que prepararla con unas hierbas. Menos mal que tengo sembradas algunas en mi jardín- dijo la vieja Liebre.
- Tráiganmelo a mi madriguera- dijo la liebre.

Después de pasar horas preparando la poción, se la dio a Tapitas. La vieja Liebre logro con mucho esfuerzo que el brebaje le llegara a su pequeño estomago ya que todos sus músculos estaban todos entumecidos. Al poco rato se fue despertando.
-¿Qué ha ocurrido? Me duele todo- dijo protestando Tapitas.
Paletas estaba de muy mal humor. Había cargado con la liebre desde muy lejos.
- Te comiste una zanahoria completa. ¡Eres un imbecil!- le dijo de malas maneras el Castor.
- Tienes suerte de que ella tuviese una poción para curarte. Al parecer hiciste caso omiso a los consejos de los Gorriones- protestó Carlos
-¡Perdóneme! Es que se veían tan buenas-
- Esas son las Zanahorias durmientes. Tienen que tener cuidado. Solo se pueden comer en pequeñas cantidades, y bien administradas. La gula no es buena- aconsejó la vieja de las pociones.

Canela se le estaban quitando las ganas de probarlas. Pero bueno, se las habían traído. Tal vez con mucho cuidado podría disfrutar de ellas.
-Allí tienes tus Zanahorias. Tráeme a Lucecita. Ese fue el trato- le reclamó Carlos.
Canela podía ser gruñón y tener algunas malas mañas, pero siempre cumplía su palabra como las otras liebres. Era un deber dentro de su pequeña sociedad.
- Ayúdame con las Zanahorias- le pidió de buenos modos a Carlos.
Carlos no dudo en hacerlo, acompaño a Canela a su madriguera y allí estaba Lucecita un poco malhumorada. No le gustaba el encierro. Pero al ver a su amigo brinco de alegría y sus alas se tornaron de un color azulado.

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