miércoles, 4 de agosto de 2010

Las Pirañas





Capitulo VII
Las Pirañas


Mientras tanto Lucesita y Carlos les faltaba muy poco para llegar a la montaña. Pero no  iba ser tan fácil. Tenían que atravesar un río caudaloso lleno de pirañas. Lucesita ya estaba dispuesta a cruzar el río por unas pequeñas piedras para pasar hacia el otro lado del río. Fue en ese momento que Carlos se percató de la presencia de los feroces peces.
-Cuidado Lucecita. Mira las Pirañas- le avisó agarrándola por el brazo.
-¿Qué pasa?- le respondió cansada la muchacha
- Mira en el río. ¿Estas ciega?- dijo severamente Carlos
Lucesita saltó hacia atrás percatándose del peligro
-Estoy tan cansada. Hemos caminado muchas horas. Mis pies no aguantan mas.- comentóó la pequeña hada.
- Descansaremos un rato debajo esos helechos. Tienes que fijarte por donde caminas. Hay muchos animales que nos pueden hacer daño.

Los muchachos descansaron un rato. Tenían que recobrar sus energías. Habían caminado muchas horas.
-¿Qué es ese ruido? grito Lucecita.
-Yo no oigo nada.
- Por allá, cerca de esas ramas- le dijo Lucecita.
Carlos se levanto rápidamente, y allí se percató de unas sombras que caminaban por los árboles. Eran los odiosos duendes e iban acompañados de unos seres repulsivos.
-Son los duendes otra vez, y no están solos- dijo en un susurro.
Fue entonces cuando Lucecita se percató de la presencia de los Orcos. No se veían nada amigables. Su padre los odiaba. Eran muy destructores, y no sabían convivir con nadie,  sino con los de su especie.
-Ahora estamos acabados. Son Orcos- sollozó en voz baja Lucecita.
- No te preocupes yo te protegeré- Tenemos que cruzar ese río como sea.
-Allí están las pirañas- gritó angustiada Lucesita
Carlos vió las alas de la pequeña hada. Como no se le había ocurrido. Por lo menos la muchacha podía cruzar el río.
-Lucecita, tienes que cruzar el río. Tú puedes volar- le dijo Carlos
- Y tú, vas a quedar a merced de esos Orcos- le reclamó Lucecita.
- No te preocupes, ya me las ingeniaré- le respondió.
- Necesito los rayos del sol para volar- le dijo la pequeña hada.
-Tenemos que salir de este escondite- le dijo Carlos.
- Vamos, no lo pienses tanto, vuela hasta el otro lado del río- le dijo con severidad Carlos
Lucecita salio de su escondite y sintió en su pequeño cuerpo los rayos del sol, y extendió sus pequeñas alas, y cruzó volando hasta llegar el otro extremo del río.
-No mires atrás. ¡Vete! le gritó Carlos.

Los Orcos escucharon las voces y se dieron cuenta de la presencia de Carlos. Un Orco mugroso lo agarró fuertemente por los brazos. Sin embargo, Carlos estaba muy decidido a defenderse. Le dió un puntapié, y corrió rápidamente hacia el río.
- No tienes salida. El río se encuentra lleno de Pirañas.
Carlos era un muchacho muy decidido, y saco su arma. Dio varios disparos con su escopeta, y cayeron al suelo dos Orcos. Los duendes lo miraban de reojo con temor y desconfianza. Carlos vio una pequeña rama en el agua. Si se las ingeniaba, podía cruzar hasta el otro extremo del río.
La idea era que no lo vieran las pirañas. Sin pensarlo dos veces saltó desde una piedrecilla hacia la pequeña rama, y se escondió debajo de las hojas.

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