Entre mis
memorias recuerdo las lecturas, y las narraciones de la Edad Media con las cruzadas religiosas de los caballeros en
busca del famoso Santo Grial, los relatos de los Templarios, las leyendas del Rey Arturo, la aparición de
la Magia con las historias de Merlín , y las enigmáticas ondinas como tambien la lucha sangrienta en contra de los dragones.
Realmente en
aquel tiempo la magia era castigada por el reino, y percibían a los magos como
un maldición divina. Tal vez porque no concebían lo hermoso que podía ser la
magia con sus bendiciones en pro de la vida. Sin embargo la persecución, miedo,
y odio a los dragones era la más funesta, ¿Eran los dragones realmente peligro
para la humanidad en esos tiempos? o ¿Eran producto del temor del hombre
medieval hacia esas singulares bestias no comprendidas? Realmente era un gran
misterio para el típico habitante de los poblados en esta singular época ya que
el temor a lo desconocido se hacía presente diariamente en sus vidas.
Los dragones
tenían un secreto oculto para la gran parte de la humanidad poseían magia, pero
no podía ser rebelada a ellos ya que el temor a ellos los cegaba. Antes del
reinado del Rey Arturo, y la aparición de Merlín surgieron muchos mitos y
pruebas a los caballeros para ser meritorios de emprender proezas y cruzadas, y
entre ellas era cazar un dragón, y ubicarlo en los fondos calabozos del
castillo.
William siempre había
soñado emprender aquellas cruzadas. Realmente no creía mucho en esas historias
de las búsquedas del Santo Grial. No le interesaba en absoluto, y menos
participar en esas cruzadas sanguinarias en nombre de un Dios que poco creía. No visionaba a un Padre Castigador
destruyendo a sus hijos, pero ese era el discurso de los caballeros como sus
reyes, y él los respetaba. Sin embargo, el poseía un espíritu aventurero sin
igual. Desde pequeño incursionaba con su padre todos los poblados del reino,
quién era un comerciante muy próspero.
Su padre tenía la esperanza que en un futuro su hijo heredara sus actividades comerciales, pero tenía
realmente muchas dudas. Veía que era un muchacho muy soñador, y aventurero así
que puso sus esperanzas en su hija Helena, pero lamentablemente no era bien
visto en aquella época que las mujeres acompañaran a sus padres en los eventos
comerciales, así que la fue adiestrando gradualmente en el hogar.
-Hijo, Deja de soñar.
Participar en la caballería se encuentra fuera de nuestro contexto social- le
decía su padre varias veces.
-Padre, yo me
aburro mucho aquí. Quiero conocer otras lugares- le respondía siempre
-Estás consciente que para entrar en la caballería tienes
que cumplir proezas peligrosas como cazar dragones- pensando en quitarle esas
ideas a su hijo.
-Es cierto. Da
cierto temor, pero también debe ser muy emocionante descubrir otros reinos- le respondía el muchacho sin darse por vencido.
A medida que crecía
William sus convicciones eran más fuertes, y su padre se dio cuenta que no
abandonaría sus aspiraciones llenas de aventuras así que pensó en ayudarlo
adiestrándolo en el manejo de la espada.
-En mis años
mozos mi padre me mostro en cómo manejar la espada. Estoy consciente que tienes
un espíritu guerrero, y aventurero así que te ayudaré- le dijo su padre.
Todos los días
su padre lo entrenaba a usar tanto el escudo como la espada. Al principio era
muy torpe, pero a los pocos meses llego a ser muy diestro con las armas.
-Has mejorado
mucho hijo. Tal vez tengas posibilidades de entrar como caballero en el reino
de Charles, pero recuerda que las batallas para lograrlo son grandes. Te deseo
suerte- dándole un abrazo a su hijo.
Llego el día en
el cual el muchacho iniciaría la jornada hasta el castillo, y William emprendo
su viaje caminando para presentarse como posible candidato a la caballería. Lo
único que recibió fue burlas, pero eso no quebranto su corazón. Todos los
candidatos tenían bastante experiencia, y provenían de familias pudientes que
les habían apoyado tanto económicamente como afectivamente desde su niñez. La competencia sería fuerte.
-¿Qué
oportunidades tienes? Ni siquiera tienes un caballo. Yo me olvidaría de ello, y
me iría a tu poblado a labrar los campos- dijo uno con desprecio.
-¡Que
vestimenta! El rey no te va recibir así con esas ropas- dijo otro hombre con
una armadura brillante como la plata
-La armadura no
hace el Caballero sino el valor de su espíritu, y corazón- le contesto.
-Con esos
refranes no vas a vencer muchas batallas- dijo otro mofándose.
Sin embargo, el
rey era justo, y quería conocer a todos los posibles candidatos sin objeción ya
fuesen ricos o pobres. Cuando vio el muchacho, y percibió sus ganas de
emprender la caballería una sonrisa asomo a sus labios. Le recordaba como era
de joven.
-¿Por qué
quieres emprenderte en esta aventura? Estás consciente de que las proezas son
duras, sobre todo para un muchacho de tu edad-
-Quiero recorrer
otros reinos, pero no para conquistarlos
sino para ofrecer mi corazón de caballero en cada hombre, mujer y reino que
conozca en la creación de Dios.
La respuesta fue
de gran satisfacción para el rey. Pocos muchachos tenían tantas convicciones en
sus sueños.
-Antes de
convertirte en caballero, tendrás que cazar un dragón. Es nuestra
tradición-dijo el rey
William no entendía
por qué esa fiera tenía que ser involucrado en el reto. Había otra manera de
ganar batallas, pero lo acepto sin protestar.
-Acepto la
propuesta. Seré uno de sus mejores caballeros- dijo inclinándose al rey.
Al día siguiente
salieron todos en busca del dragón. Todos soñaban con pertenecer al linaje de
caballeros del reinado.
-Dicen que detrás
del bosque oscuro habita un dragón- dijo el muchacho.
-¿Tienes miedo?-
dijo uno riéndose.
-Para nada- le respondió
disgustado.
Los hombres
llegaron al bosque oscuro. Escuchaban todo tipo de sonidos de animales. Algunos
empezaron a asustarse. Decidieron descansar en la noche hasta que escucharon un
rugido desgarrador.
-¿Qué es eso?
Debe ser el dragón- dijo uno de ellos
-Vamos, ¡levántense!-
dijo un hombre de 40 años.
Todos se incorporaron
rápidamente, y encontraron una cueva. A la distancia percibieron como emergía
una gran bestia de tono azul Violeta.
El dragón los percibió,
y se dirigió directamente a ellos a atacarlos.
William se escondió
detrás de un arbusto donde podía visionar bien la enorme bestia. Nunca había
visto un dragón tan de cerca.
El dragón quemó
varios árboles. Estaba enfurecido.
Uno de ellos
trato de atacarlo con su lanza, pero el dragón se la destruyo rápidamente con
su fuego. Los hombres estaban temerosos. No querían enfrentarse a esa horrible
bestia, y tampoco querían morir calcinados.
-William,
vámonos. Es muy peligroso- dijo el mayor de todos.
-¿Por qué? Es mi
oportunidad de vida que pertenecer a la caballería-
-¡No seas tonto!
¿Prefieres morir quemado? ¡Vámonos!- dijo el líder de la excursión ya muy
asustado.
-¿Qué le vamos a
decir al rey? – pregunto uno de los más jóvenes.
-Sera su
perdición. El ya decidió-
William salió de
su escondite, y se adentró a la cueva. Era una cueva oscura con olor a azufre.
Seguramente la pobre bestia había sido perseguida continuamente, y fue cuando percibió
algo más. Era nada más ni nada menos que un pequeño dragoncito. Se encontraba
herido. Al parecer había sido herido por un humano. Tomo un pequeño vendaje, lo
lavo, y decidió curar al pobre animal. La reacción del pequeño fue increíble.
Despedía una aureola dorada. Se sentía muy feliz, y dejo que el muchacho lo
acariciase.
La bestia no
tardo tiempo en entrar, y se encontró con la presencia del muchacho en su
cueva. William pensó que sería su fin.
-Has salvado a
mi hija- dijo la dragona.
-¿Hablas?- dijo
William retrocediendo hasta el fondo de la cueva.
-No con todos.
Veo que eres un hombre gentil y de buen corazón- dijo la dragona.
-¿Por qué
viniste? ¿También viniste a cazarme? – dijo la dragona fuertemente
-Originalmente,
pero ya no. Quiero ser caballero. Es la única manera que tengo de poder viajar
y conocer otros reinos-
-¡Que extraños
son los humanos! No veo la necesidad de andar siempre en grupos a merced de un
líder-respondió al muchacho.
-Es lo que siempre he soñado- respondió acongojado
-¿Qué vas hacer?
Matarme. Dejarías a mi hija sin madre- dijo fuertemente.
William no sabía
que pensar. Estaba conversando con un dragón. Esto parecía acto de magia. Sabía
que la magia existía. No era muy buena. Muchos habían sufrido por ella.
-“Eso no es
verdad”
-¿Oíste mis
pensamientos?- preguntó más sorprendido.
Los dragones
podemos escucharlos. La magia existe. Somos producto de la magia, y hemos
ayudado a grandes hechiceros, y sobre todo a los celtas. Ellos respetan mucha
la naturaleza y los respetamos por ello.
-¿Los Celtas? Sabía
que existían, pero no estaba seguro-
-Viven también
escondidos en el bosque. No comparten muchas de las ideas del reino, y sus
cruzadas salvajes- dijeron la dragona.
Realmente la
dragona tenía razón. Él tampoco compartía esas guerras sanguinarias. Su afán
era otro. No tenía interés en adquirir riquezas, y ningún tipo de fama. Solo
quería viajar, y conocer otras latitudes.
La bestia lo
observó. No parecía un hombre tan fiero. Había curado a su hija así que decidió
dejarlo libre.
-Puedes irte mañana,
pero no debes contar nada acerca de nuestra presencia. Mi hija y yo volaremos a
la tierra de los celtas.
El muchacho
estaba confundido. Nunca se había imaginado que estos seres míticos tenían un
espíritu tan bello. Que equivocados estábamos los humanos.
El día siguiente
William salió de la cueva para emprender de regreso el viaje de vuelta. Un poco
cabizbajo porque no había logrado nada.
Sin embargo a la salida se encontró con una grata sorpresa. Un corcel más
blanco que la nieve lo estaba esperando. Se acercó gentilmente hacia él, y lo
acaricio. Se imaginó que fue idea de la dragona, y así expresaba su gratitud.
-Muchas gracias.
Siempre me acordaré de este encuentro.- le dijo William inclinándose, y
acariciando a la pequeña dragoncita
William monto
rápidamente en el corcel, y resulto ser más veloz que todos ellos que había
cabalgado. Decidió no volver al reino. No estaba interesado en la caballería.
¿Para qué buscar honores en nombre de un Dios feroz? No creía en esas cruzadas.
Así que decidió cabalgar hasta donde el viento, y su corazón lo siguiera. Con
el transcurso del tiempo conoció varios reinos, y escucho las auténticas
leyendas de la magia de los Celtas. Y recordó que tal vez allí estaría su amiga
Dragona volando por los aires con su pequeña hija. Descubrió con el tiempo que
la magia existía:
“Se encuentra presente en los hombres
sencillos que disfrutan de un momento de paz en los bosques, en la presencia de
los enigmáticos dragones, en la aparición de un bello amanecer, y cuando las
noches claras se visten de estrellas”
No hay comentarios:
Publicar un comentario