Desde tiempos inmemorables nos comunicábamos con
nuestros amigos de las estrellas comprendiendo que su lenguaje era tan distinto al nuestro. Ellos se comunicaban con
nosotros en aquellos tiempos con otras frecuencias, y en ese entonces los
escuchábamos, y establecíamos contacto con ellos ya que nuestros amigos sabían
de nuestras intenciones auténticas desinteresadas de amistad. En esos tiempos
escuchamos el lenguaje secreto de los ríos, el susurro del viento, y podíamos
percibir por horas con gran regocijo un bello amanecer como atardecer brindando
gratitud a tantas bendiciones, y es allí cuando aparecían nuestros amigos de
otras dimensiones.
Los Indios Americanos comprendían ese lenguaje ya
que agradecían al “Gran Espíritu” de la tierra todas las bendiciones. Lo mismo ocurría
con los Celtas, y fue en la Edad Media cuando apareció la Magia, y escritura de
leyendas tales como las de Merlín y el
Rey Arturo. Todo estaba conectado, ya que la sencillez hacia acto de presencia
en la vida diaria.
Sin embargo en el hombre apareció la sed de
conquista y de adueñarse de territorios ajenos, y así fue que se formaron
gradualmente los países y se fue olvidando gradualmente el concepto de unidad,
y nos fuimos separando unos de otros. Llego la era Industrial, y después la época
Tecnológica, y nos olvidamos de bendecir a la Naturaleza, y nuestro querido
planeta fue sufriendo gradualmente hasta llorar de melancolía. Nuestros amigos
de las estrellas desaparecieron asustados de tantas aberraciones ya que el
hombre se olvidó de la gratitud, generosidad y de escuchar a su corazón.
Sin embargo, siempre nos vigilaban porque pensaban que debíamos ser
rescatados aunque no lo merecíamos. Sin embargo no todo está perdido. Hay un
gran número de movimientos ambientales, y muchos docentes como familias que enseñan
todavía con gran esfuerzo a sus hijos valores que pueden contribuir a cambiar
al mundo.
Con el surgimiento de la Tecnología todo se ha
vuelto más difícil. Somos más dependiente de los móviles, tabletas y
computadores, y nos olvidamos de contactarnos más entre nosotros mismos, pero
¿Cómo podríamos ayudarnos a construir un mundo más amable si no nos conectamos
unos con otros? ¿Por qué no somos amables con los animales, agredimos, y
perdimos la gratitud a las bendiciones de la Naturaleza? ¿Qué nos ocurrió?
Ya el tiempo se agota. La tierra nos está pasando
factura. Los terremotos y diluvios son un reflejo de la agresión que ha
recibido la naturaleza. ¿Cuánto aguantara nuestra amable Tierra?
Sin embargo nuestros amigos de otras dimensiones nos siguen observando, y han
vuelto aparecer. Pero, ¿Quiénes los ve? Muy pocos. Hay tanta especulación de
seres estelares, pero realmente pocos los han visto. Solo aquellos que conviven
con la naturaleza, y la aman sinceramente porque realmente las plantas sienten.
Escuchan nuestra voz, y disfrutan de nuestras caricias.
Luis vivía en una pequeña aldea del Amazonas
presente en Brasil. Veía con tristeza como destruían gradualmente sus árboles, así
los llamaba con cariño: “Sus queridos Gigantes”. Después de ayudar a su familia
en los quehaceres del hogar disfrutaba de la compañía de las Guacamayas. Eran
tan bellas vestidas de tan vistosos colores. Un día se adentró profundamente en
la selva. No tenía miedo. Desde pequeño conocía cada planta, y animal cercana a
la comunidad. Había aprendido alejarse de los jaguares, y era muy amigo de los
pequeños monos ya que siempre les traía regalos como semillas a sus queridos
pájaros.
Un buen día llovió intensamente, y se refugió
debajo de un gran Cedro Gigante, era su favorito. Al aminorar la lluvia sintió
el olor del rocio de la lluvia, y ya sabía que el sol pronto haría acto de
paciencia. De repente escucho un ruido. Era extraño. Nunca lo había escuchado
antes. Era suave como un susurro, y casi agudo como la radio de su padre cuando
intentaba escuchar las noticias que provenían del medio exterior. Lo escucho más
detenidamente, y pudo percibir algo muy extraño cerca del árbol, y muy cerca de
las Guacamayas. Se acercó sigilosamente, y pudo percibir una figura casi
humanoide.
-¿Quién eres? Nunca te había visto- dijo Luis
temeroso.
Escucho detenidamente, y se percató que aquel ser emitía
ciertas vocalizaciones agudas.
-¿Me puedes ver, y escuchar?- pregunto extrañado.
Pocos me pueden ver, y menos me escuchan
-¿De dónde vienes? Eres casi invisible- pregunto
restregándose los ojos.
-Me llamo Pix- dijo tocando al niño.
Luis sintió un pequeño cosquilleo en sus manos, sonrió
gustoso.
Pix decidió aparecer con más claridad ante los
ojos de Luis. Le parecía un muchacho indefenso. Podía percibir su buen corazón
y conexión con el medio natural.
-¡Diantres! Nunca había visto algo sí. Eres casi
transparente, si no te molesta que te lo diga- dijo el muchacho.
-Nadie me había dicho nada algo parecido. ¿Qué son
esas frutas?- dijo sonriendo
-Mangos. Son muy ricas, y dulces. ¿Quieres una?
Soy bueno escalando arboles-
-¿Subir hasta las ramas? ¿Para qué? ¿No puedes volar hasta allá? – pregunto
curioso.
-No conoces muchos humanos. Nosotros no volamos.
¿Tu vuelas?- pregunto un poco ofendido.
-Te voy a revelar un secreto. Si lo deseas
fuertemente, y lo pides con tu corazón, puedes llegar hasta allá-
- Me puedo caer- dijo con temor.
-no temas. El miedo es tu mayor enemigo-
Luis recordó haber leído una historia en donde un niño
volaba también. Le habían enseñado a leer hace poco. Era muy divertida la
historia aunque muy fantástica.
-Como Peter Pan-
-¿Quién es Peter Pan?- dijo curioso
-Es la historia de un niño que volaba con polvo de
hadas cada vez que tenía un pensamiento feliz-
-Allí está el secreto. Tienes que tener
pensamientos felices. -
Luis le pareció todo tan divertido así que cerró
los ojos, y voló hacia la rama en donde se encontraban los Mangos. Se veían
suculentos. El niño estaba extasiado. Voló hacia todas las ramas. Pudo ver los
nidos de las Paraulatas, y cotorras. Decidió volar de regreso hasta donde se
encontraba su amigo.
-Tienes un lindo Planeta. Me encantan esos
inmensos árboles, y la variedad de animales. En donde yo habito no hay tanta
belleza. Son muy afortunados-
-Gracias. ¿Quieres probar?- pregunto el niño a su
amigo.
-Me hare más visible para probar los
alimentos humanos.
Pix se fue haciendo gradualmente más
visibles ante los ojos de Luis. El muchacho lo miro sorprendido. Era un
humanoide de gran altura. Sus facciones eran de color trasparente escarchado.
Luis estaba muy impresionado.
Luis cortó con su navaja un pedazo de Mango, y se
lo entrego a Pix.
-Es delicioso ¿Tienen también otras frutas como
estas?- pregunto curioso.
-Tenemos cambures, lechosas y muchas más, Mi mamá cultiva verduras para comer. A mí me
gusta mucho la yuca.- dijo entusiasmado.
-¿De qué planeta vienes?- pregunto curioso el
muchacho
-De ninguno. Vengo de otra dimensión. Estamos muy
preocupados por ustedes- dijo Pix
-¿Por qué?- pregunto curioso
-Los terrestres perdieron el rumbo. En esta
dimensión se encuentran muy atrasados a diferencias de aquellos que viven en
zonas protegidas por la selva-
-Te refieres a los humanos de la ciudad. Es
cierto. Se están apoderando de todo- dijo tristemente.
-¿Por qué lo hacen?-
-No sé. Pienso que quieren construir más casas y
muebles, pero están acabando con los árboles y los pájaros que habitan en ella-
dijo tristemente.
-Son difíciles de entender. La vida debe respetarse.
A nosotros nos enseñan eso-
-¿Tienen que ir a la escuela?- pregunto extrañado.
-¿Escuela? ¿Qué eso?-
-Es un lugar donde te enseñan a leer, y
matemáticas. Yo me aburro mucho, y a veces me escapo- dijo sonriendo.
-Nosotros aprendemos jugando, y viajando por el
Universo como a otras dimensiones-
-Suena divertido- respondió el muchacho.
- ¿Cómo llegaste a nuestro planeta? ¿Tienes otros
amigos como tú?- pregunto curioso.
-Si. Muchos son como yo. Convivimos con la ayuda
de los arboles-
-¡Los Arboles! ¿Cómo los pueden ayudar?- siguió
preguntando.
-Esos seres que Uds. llaman arboles tienen tanta
bondad y energía. Nos transmiten su alegría, y cariño Solo hay que escucharlos.
Por eso nos gusta estar tan cerca de ellos-
Luis lo escucho detenidamente. Realmente era
sorprendente. Siempre había considerado a sus “Queridos Gigantes” sus amigos ya
que tenían tanta vida en ellos. Le gustaba ver las Paraulatas, Guacamayas, y
los monos traviesos que pasaban de rama en rama.
-Veo que piensas lo mismo- dijo Pix
-¿Lees la mente? Eso es privado- dijo ofendido el
muchacho.
-Solo cuando los pensamientos son agradables como
los tuyos. Los desagradables nos espantan- dijo tristemente.
-¿Por qué no nos ayudan a nosotros para que la
gente entienda que la naturaleza hay que cuidarla? Yo solo soy un niño. No
puedo hacer mucho- dijo el muchacho.
-No podemos intervenir. El planeta es de ustedes,
y tienen que aprender a cuidarlo. Además su hermoso planeta está muy afligido.
Le duele todo. Siente dolor en las aguas de los ríos y mares como el viento. Se
encuentra muy enferma. Los volcanes están despertando como protesta a la
desconsideración de los humanos. Por eso hay tantos terremotos e inundaciones.
-En mi comunidad si comprendemos el valor de la
tierra. Oramos y le damos gracias por sus bendiciones en las cosechas, pero
ahora puede ser todo diferente con esa tala indiscriminada de mis bellos árboles.
Mis abuelos relatan bellas historias y leyendas como la forma en que surgió
nuestro querido planeta- dijo Luis.
-¿Todos la conocen?- suspiro de alegría Prix.
-No se ha escrito. Solo son relatos orales, pero
yo me las se todas de memoria-
-Es una lástima. Sería tan importante que todo el
mundo las conociera-
-Yo ayudaría, pero me cuesta tanto escribir esas
letras, pero me encantaría ayudar a rescatar mis queridos animales incluyendo
los jaguares que habitan en la selva- respondió el muchacho.
-¿Cómo ayudan a los animales cuando se enferman?-
-A veces viene un veterinario de la ciudad, pero
generalmente el curandero los ayuda porque la ciudad se encuentra muy lejos-
-Deberías aprender un poco de ellos, así ayudarías
a los animales. Tal vez los viejos de tu comunidad conozcan muchos secretos-
Luis lo escucho detenidamente. Siempre había
querido ayudar a los animales incluso los salvajes. No le gustaba la idea de ir
a la ciudad. Había oído que eran muy agresivos, y siempre estaban molestos.
-Tienes razón. Puedo ayudar, pero ahora solo
quiero divertirme. Después cuando crezca lo hare-
-¿Cómo te diviertes?- pregunto curioso el
humanoide.
- El escondite; ¿Quién cruza primero el rio? Mi
favorito es el escondite. Mis amigos
nunca me encuentran ya conozco casi todos los árboles, y otros posibles
escondites cercanos a la comunidad.
-Debe ser muy divertido- respondió Pix riendo.
-Vamos a jugar el escondite, y como ya se volar
será más divertido, pero tienes que contar hasta 10 antes de buscarme-
Pix no entendió muy bien eso de contar en
secuencia numérica así que Luis le explico. Cerró los ojos, y empezó a contar
hasta diez. Cuando abrió los ojos ya su amigo había desaparecido. Eso no se lo
habían ensenado nunca. Ni en su escuela tenían estos juegos. El humanoide tenía
los sentidos bien desarrollados, así que podía diferenciar los olores de los
animales, y los humanos. Pudo percibir rápidamente a Luis. Se encontraba en una
rama de un árbol acariciando unas cotorras. Decidió esperar un tiempo para que
el niño no se decepcionara que lo había encontrado rápidamente.
Pix también podía hacerse invisible y no ser
percibido por los humanos, pero el muchacho le había caído muy bien, y le
gustaba compartir con él. Se apareció al lado de su amigo, y lo toco levemente
los hombros. Luis sintió un cosquilleo. No lo había visto. El muchacho seguía
acariciando el ave entregándole unas semillas. Como lo disfrutaba. Otra vez
sintió el cosquilleo, y entonces se dio cuenta que lo había descubierto.
-¿Te gusto el juego? – pregunto el muchacho.
-Si es divertido elevándose encima de la rama. Lo
pondré en práctica en mi hogar- dijo riéndose.
-Allí hay unos mamones. Vamos a buscar unos. Son
divinos- dijo el muchacho
Ambos fueron volando. Luis había aprendido a volar. Le gustaba la
sensación de levitar en el aire. Llegaron hasta las ramas del árbol, y tomo una
racimo de mamones. Agarro bastantes, y bajo hasta el suelo.
-Tengo mucha hambre ¡Prueba!- entregándole unos
mamones. Se comen así. No te comas la pepa. Solo chúpalo-
Pix acondiciono su cuerpo para alimentarse, y
probo la fruta.
-Realmente son muy ricas. Tienen alimentos muy
sabrosos en tu planeta. Nosotros solo nos alimentamos de la energía proveniente
de las estrellas- dijo Pix
-¡Qué triste! A mí me encantan las frutas- dijo
Luis a su nuevo amigo.
Pix probó un trozo de cada fruta. Eran exquisitas.
Nunca había probado nada igual. Realmente el planeta de su amigo tenía muchas
bendiciones.
Luis estaba encantado con su nuevo amigo. Le
gustaba compartir con él. A pesar de que apenas se le entendía en ocasiones
disfrutaba mucho de su compañía.
-¿Cuánto tiempo piensas quedarte en nuestro
planeta antes de volver a tu casa?- pregunto con curiosidad Luis.
-Nos quedaremos un tiempo vigilando, y observando
si es posible rescatar la humanidad-
-¡Rescatarla! ¿Nos va pasar algo? – pregunto
alarmado.
-Ahora no, pero si no cuidan a su amable planeta podría
ser desastroso en el futuro. Aunque eso dependerá de ti, y muchos otros-
El muchacho se quedó pensando. No iba a permitir
que su planeta se siguiera destruyendo. Sabía que los hombres de la ciudad eran
muy poderosos, pero pondría su granito de arena. Estudiaría, y se formaría
para proteger los seres vivos ya sea las
plantas como los animales.
-Esa es buena idea- le respondió su amigo.
A Luis no le importo que leyese su mente. A lo
mejor en un futuro se comunicarían con la mente, pero sería rarísimo.
-Tengo que irme. Tengo que ayudar a mi padre a
recoger la siembra de yuca-dijo el muchacho abrazando pix sin esperarlo.
-Hasta luego amigo. Espero verte otra vez- dijo
Pix desapareciendo.
Realmente puede existir esperanza en estos humanos.
Estos pequeños seres realizarán los grandes cambios que contribuirán en el
cambio y la salvación de este bello planeta dijo acariciando al frondoso árbol.
Esa noche Luis pensó en todo lo que había
conversado con su amigo así que decidió tomar en serio sus estudios. Escuchaba
con atención los relatos de sus abuelos de las curas a enfermedades con hierbas
medicinales incluso afirmaban que eran más poderosos que aquellos remedios
llamados antibióticos, los cuales eran más dañinos ya que producían dolores
estomacales. Se convirtió con el tiempo no solo en el mejor veterinario de la
región sino en un excelente botánico como un gran ambientalista, pero él no
actuaba solo ya que necesitaba el apoyo de otros así que bajo su supervisión
les ensenaba a los niños y jóvenes todo aquello que sabía. Quería ver cambios
beneficiosos para su amable tierra. Tal vez no lo iba a ver, pero sus hijos y
nietos si lo verían. Tenía una gran fe en estos niños. Muchos irían a la ciudad
y transmitirían su legado.
En ocasiones se acordaba de su amigo Pix ¿Qué
habrá sido de el? ¿Se habrá ido a su casa? ¿vivira todavía con los gigantes? De
niňo, le encantaban sus juegos, y aprendio tanto de sus conversaciones.
Recordaba que no le entendia mucho su lenguaje, pero para el era mágico.
Indudablemente hay tantos seres diversos en el universo.
Una noche mientras dormia plácidamente junto a su
esposa sintió un cosquilleo en la mano, y era su amigo Pix. No había cambiado,
y tenía las mismas facciones. En cambio el había cambiado con los aňos.
El
humanoide fue apareciendo gradualmente hasta que Luis lo pudo percibir,
pero le entendía muy poco.
-Todos nosotros estamos contentos- dijo Pix muy
emocionado.
Luis presto más atención, y pudo entender lo que
decía. Había que centrarse bastante.
-¿Todos? ¿Son bastantes?-
-Has iniciado un gran cambio a tu planeta. Me
parece que con el tiempo ella te lo agradecerá ya que tu iniciaste la labor-
dijo Pix.
-¿De qué hablas?
¿Nuestro planeta siente?- pregunto abrumado
-Por supuesto. Como las galaxias, y todo el
Universo, pero no te preocupes si no lo entiendes-
-Me alegra mucho. Tengo tanto que agradecerte.
Gracias a ti pude encaminar mi vida en beneficio de mi entorno-dijo Luis.
-Ahora nos podemos ir en paz, y dar tan buenas
nuevas a las otras dimensiones- dijo Pix acariciando a su amigo en las sienes.
Luis sonrió. Realmente, el sentía que había cumplido parte de su rol
en la vida.
-¿Te volveré a ver?- pregunto Luis con nostalgia
-¡Tal vez! Siempre recuerdo a mis buenos amigos-
dijo abrazando a su amigo en una bella despedida desapareciendo gradualmente
hasta que Luis no lo pudo percibir más.
Luis sintió una gran nostalgia al despedirse de su
amigo. Sabía que tenía años que no lo veía, pero Pix había dejado una gran
huella en su corazón. Tal vez en el futuro podamos comunicarnos con otras
dimensiones, y establecer lazos en un nuevo lenguaje universal. Tenía fe en
ello.
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