jueves, 26 de enero de 2017

Los hombres Hoja




Luis pertenecía a una familia de exploradores y excursionistas. Desde pequeño había acompañado a su hermano a expediciones de grandes mesetas. No había retos ni desafíos para él. Su padre era un botánico y siempre había sentido pasión por la diversidad de flora existente en el planeta, y era uno de los hombres más ecologistas que respetaba la biodiversidad.

Cuando el muchacho se enteró de que su padre realizaría una expedición a la gran Sabana con su hermano, él no lo pensó dos veces. No se podía perder esa aventura.
Su padre refunfuño. No era una excursión cualquiera. Iban a ir a los Tepúes Venezolanos, uno de los rincones más sagrados del planeta y con la flora endémica  más rica de la región.
-Ya tienes entrenamiento, pero no esperes grandes emociones. Como botánico estoy interesado en la biodiversidad existente en los Tepúes. ¿Estás preparado para ello? Además hay muchas comunidades indígenas que tienen su recelo contra el extranjero-
-Por supuesto padre- pensando de antemano en lo emocionante que podría ser todo aquello.
En pocos días la familia organizo todo contactando un agente de viajes que lo llevaría a las mesetas venezolanas. Tendría que pasar por Caracas y de allí  agarrar una avioneta que los llevaría a la gran sabana. Al llegar se dirigieron a una pequeña comunidad indígena. Se llamaban los Joti. Eran muy pacíficos, recolectores y cazadores.
Luis estaba muy contento. Se había asesorado todo lo referente a los tepúes. Eran grandes mesetas rocosas, y algunas no habían exploradas. Acerca de ellas había todo un género de leyendas y relatos que valdría la pena escuchar. Sin embargo Luis no se imaginaba todo lo que aprendería acerca de ellas, y como marcaria posteriormente su vida.
Los indígenas los recibieron con calidez y amabilidad. Tenían un traductor ya que ellos no hablaban español. Gracias a él pudieron ponerse en contacto con el guía que los orientaría para ir al Tepuy Roraima. Allí el Padre de Luis estudiaría con más énfasis el descubrimiento de nuevas flores que solo habitaban en las altas cumbres rocosas. Sin embargo fueron muy explícitos en que no se llevaran como muestra en sus morrales. Eran muy supersticiosos, y todo aquello existente en la vida de los Tepuyes debía ser honrado y respetado. El Padre de Luis estuvo de acuerdo así que se llevó su libro de anotaciones y una filmadora para registrar todo.

Sin embargo Luis tenía otros planes. Él quería ir a otras mesetas. Había investigado acerca de ellas. Conformaban el macizo de Chimantá. Era una conformación de mesetas ubicadas en las planicies de la gran sabana. Había leído que era único en su especie. No había sido escalado nunca y contaba con una flora y fauna sin igual.
En la noche se lo comunicó a su padre.
-¿Estás loco? Nunca ha sido escalado, y además se encuentra lejos. Inclusive no puedes ir solo. Si esta gente se entera de tu osadía tendremos problemas-
-Pero padre. Yo tengo experiencia. No sería la primera vez- le respondió molesto
-No es igual. Estos Tepuyes conforman uno de las formaciones rocosas más antiguas del planeta. Además tu hermano viene conmigo. Tendrás que acompañarnos entonces- le respondió severamente su padre.
Luis no le respondió nada, y su padre pensó que lo había convencido completamente y que no lo desobedecería
La excursión saldría a media mañana después de que estuviesen organizados. Luis se levantó temprano y ya estaba dispuesto a marcharse cuando se encontró con Mara.
-¿Te vas tan rápido?- le pregunto la muchacha
-¿Hablas español? Pregunto extrañado
-Aprendí en la escuela. Nos enseñan el idioma- dijo con fastidio
- No le digas a nadie, pero me voy a este Tepuy ensenándole un folleto-
-No puedes ir solo. Te acompañaré- dijo la muchacha
Luis la observo, era una muchacha muy menuda, y tal vez delicada, pero no estaba en la ciudad. Puede ser que la muchacha tuviese habilidades.
-Va ser duro. ¿Has escalado alguna vez? Le pregunto
-He acompañado a mi hermano a esas tierras sagradas. Tengo que decirle a mi madre. No me puedo ir así-
-Esto se puede complicar. ¿Tienes que avisar?- pregunto
-Es una falta de respeto hacia nuestros padres y hermanos. Somos familia. Ven conmigo- dijo ella replicando
La muchacha lo jalo y lo llevo a la casa común de su familia. Era grandísima.
-Madre, voy a llevar al muchacho al Macizo de Chimantá- hablándole en un idioma desconocido para Luis.
El muchacho no sabía de qué hablarían. Hubo un intercambio de tonos de voz y Luis se imaginó que su madre no la dejaría. Al final le dio una pulsera con una gran cantidad de piedras de azabache. Al parecer eran supersticiosos y quería que la suerte la acompañase en el camino.
-Es bastante lejos ¿Llevas algo para comer?- pregunto la muchacha
-Agua y algunos panes-
Se fueron caminando atravesando parte de la selva hasta llegar a un sector habitado.
-Tengo un primo que nos puede llevar en un jeep en las cercanías del Tepuy. El resto lo haremos caminando- dijo la muchacha
-Magnifico- dijo Luis emocionado
Mara se dirigió a una pequeña casa y hablo en su dialecto con un hombre de mediana edad. A Luis le extraño que no objetara ya que ellos solo eran apenas adolescentes.
El hombre se le acercó al muchacho mirándolo con desconfianza.
-¿Estás seguro de lo que estás haciendo? Yo confió en Mara pero no quiero que un turista vaya adentrarse en esas tierras sagradas y además se haga daño, pero estarás bien.  Pondría mi vida en manos de mi prima-
-Por supuesto. He escalado desde que tengo diez años- respondió ofendido.
Después de esperar media hora, el hombre los dirigió a un jeep, y se fueron en el hasta las cercanías del Tepú. Todo era majestuoso. Las diferencias geográficas, vegetación  y aridez en la tierra a medida que se acercaban.
-Yo los dejo aquí. Allí están los Tepuyes. Tengan cuidado. Vendré dentro de dos días- dijo el hombre
-Avísale a mi madre y al padre del muchacho- dijo Mara ante la molestia de Luis.
Luis estuvo callado un buen tiempo a medida que se acercaban a uno de los Tepuyes. Descansaron varias veces para tomar agua y alimentos.
Al llegar Luis estaba impresionado de lo majestuoso que era esa inmensa formación rocosa. Se sentía tan pequeño. Y que energía emanaba del mismo.
-¿Lo sientes, verdad? Es la Energía sagrada del Chimantá- dijo Mara
De repente aparecieron una gran cantidad de guacamayas volando alrededor del Tepuy. Eran muchísimas.
-¿De dónde salen?-pregunto Luis ensimismado
-Esto no es normal. Vamos a ver qué pasa-
Luis no entendía nada. Unas guacamayas eran guacamayas. Aunque había oído decir que habitaban en  la selva no cerca de los Tepuyes.
Al acercarse escucharon un sonido ensordecedor. Por lo menos Luis lo sintió así. Sin embargo Mara tuvo otra reacción. Se arrodillo ante la gran montaña y se puso a llorar.
-¿Qué pasa?-Pregunto alarmado
-Chimanta esta triste, no escuchas. Quiere decirme algo- dijo la muchacha todavía sollozando.
La muchacha toco gentilmente la montaña y ante la sorpresa  y estupefacción de Luis ambos escucharon un susurro

‘ ESCUCHEN MI VOZ QUERIDOS HIJOS, MI DOLOR Y LLANTO.. EL HOMBRE HA HECHO TANTO DAŇO. SU QUERIDO PLANETA SUFRE, LLORA PORQUE SUS HIJOS LOS HAN OLVIDADO. SIN EMBARGO LES HABLARÉ A TODOS LOS RINCONES DEL PLANETA. NO HABRA CIUDAD, NI PUEBLO, NI COMUNIDAD PEQUEŇA QUE NO RECIBIRÁ MI MENSAJE. SERA TAN SIGILOSO COMO EL SONIDO DEL VIENTO EN LAS MONTAŇAS Y TAN FUERTE Y VIBRANTE COMO EL ZUMBIDO DE LAS ABEJAS. ALGUNOS ESCUCHARAN MI LLAMADO, OTROS NO LO ENTENDERÁN. LOS ENVUELVO A USTEDES EN EL PODER MAGICO DE MI AMOR”

Luis estaba  petrificado. Había escuchado perfectamente todo. No tenía lógica para ello. Sería su imaginación. Sin embargo, Mara se arrodillo y le pidió a la montaña que la perdonase. Su familia no había querido hacerle daño.
Se escuchó un silencio profundo y ninguno de los dos hablo.
-No debimos venir- dijo con tristeza Mara con lágrimas en los ojos.
-Hicimos bien.  Ahora estamos más conscientes  del servicio ecologista que debemos brindar- dijo Luis con una sonrisa
-¿Ecologista? ¿De qué hablas? ¿Qué palabras son esas?- le pregunto extrañada.
-Quiero decir que debemos hacer algo. Te digo un secreto. Aparte de las excursiones que me apasionan también me gusta la botánica, es decir las plantas, y esta bella formación rocosa debe tener gran vida. Me gustaría conocerla-dijo el muchacho.
-¿No escuchaste? Puede enfadarse, y si subimos nos envolverá con su manto de niebla, y si es así no hay vuelta atrás- respondió atemorizada.
-Es temprano. Podemos subir, y te prometo que antes de mediodía bajaremos- dijo Luis
Entonces los muchachos fueron escalando la montaña poco a poco. Ayudándose unos a otros. Luis le dio unos guantes de tela para que no se hiciese daño, pero la muchacha era muy diestra. Nunca había visto escalar alguien con tanta agilidad. Llegaron a un piso firme y se adentraron en la espesura del Tepui. Luis estaba impresionado ante la biodiversidad de flora y fauna. Había una gran variedad de ranas, sapos, insectos nunca vistos. Había flores en los rincones del Tepuy. Unas más grandes que otras y bien colorido. Su padre le hubiese gustado.
-Me gustaría llevarme unas flores- dijo Luis
-No puedes. Es tierra sagrada. Todo debe permanecer aquí- dijo la muchacha.
Mientras estaban descansando a Luis le pareció ver algo detrás de unos matorrales, y lo que vio lo dejo sin habla. Eran dos seres cubiertos de hojas. No tenían brazos sino ramas. Eran como unos pequeños arboles andantes. El muchacho casi se desmaya.
La muchacha se levantó rápidamente al oir el ruido.
-Son los hombres hoja. No hables. He oído acerca de ellos. Son seres muy gentiles. Hemos contado con una gran suerte de verlos. Dicen que aquel que lo percibe y los trata con gentileza recibe su bendición- dijo la muchacha
La muchacha y Luis permanecieron callados sin emitir un solo ruido. Los hombres hoja se le acercaron y los rozaron con sus hojas. Los muchachos sintieron un olor húmedo y una sensación de rocío al entrar en contacto con ellos. Estuvieron horas así sin hablar solo disfrutando de su compañía. Uno de los hombres le dio una flor preciosa a la muchacha. Era única en su especie, y a Luis una orquídea. La tomaron gentilmente y la guardaron en sus bolsillos. De repente sintieron un gran estupor y quedaron dormidos profundamente. Los hombres hoja los acariciaron con sus hojas dejándoles un brillo escarchado en su cuerpo, y después se fueron como habían llegado.
Luis y Mara  no sabían cuánto habían dormido, pero lo que si era cierto es que no estaban ya en la montaña.  Era como si nunca hubiesen subido.
-¿Fue todo mi imaginación? – pregunto Luis
-Revisa tu bolsillo. Las flores están allí y además nos regalaron unas piedras de cuarzo- dijo la muchacha
Luis los saco. Estaba impresionado. Que experiencia.
-¿Crees que la montaña nos quiso decir algo?- dijo Luis con dudas
-¿y, lo dudas? Para mí fue suficiente- dijo Mara
Nada se había quedado en la montaña ni siquiera el morral. Indudablemente era tierra sagrada.
El primo de Mara llego a las pocas horas a buscarlos.
-¿Ya pasaron dos días? ¿Tan rápido?- pregunto Luis
-Creo que perdieron la noción del tiempo dijo el hombre.
Tanto Mara como Luis se fueron en silencio. No dijeron nada en el camino hasta llegar a su comunidad.
Sus familiares los estaban esperando. La madre de Mara en cuanto la vio escarchada dijo unas palabras en su dialecto que no entendió Luis.
-¿Cómo les fue?- pregunto el hermano de Luis con picardía guiñándole un ojo.
-Muy bien. No me lo creerás, pero conocimos unos hombres de hoja- dijo el muchacho
-El sol como te hizo daño o mejor dicho  el rocío de la montaña-
-Han sido benditos. No pensábamos que existiesen esos seres. ¿La montaña hablo con Uds.?- pregunto el padre de Mara ante la sorpresa de todos.
Los muchachos asintieron y le relataron todo. Todos le creyeron a diferencia de su padre que le parecía todo tan fantástico, pero tenía que reconocer que esas tierras eran místicas.
Los muchachos se tomaron muy en serio su experiencia y todo aquello que vivieron en el primer tepuy de Chimanta . A través de los años Luis se convirtió en un excelente botánico y María permaneció en su poblado dando clases a los más pequeños relatándoles historias acerca de la  maravillosa vida presente en los enigmáticos Tepuyes, y del respeto como el amor que debían brindarle  a esas hermosas mesetas como en todo aquello que tenga en vida en nuestro entorno.









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