sábado, 7 de mayo de 2011

Pedro y el ave Fénix


Cuenta nuestra historia que la carretera a Ocumare no se construyó en un día. Fue construida por los presos de la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela. Y gracias a ellos y a su posterior asfaltado podemos los venezolanos disfrutar de una de las más bellísimas bahías del estado Aragua, la bahía de Cata. Pero anteriormente esos terrenos eran pura maleza, y solamente los animales y plantas convivían en el. Eran los tiempos de Alejandro Humboldt, quién impresionado por nuestras bellezas naturales se atrevió a escribir varios libros de botánica, los cuales han sido conocidos hasta nuestros días. Sin embargo, a pesar de lo desconocido de esta región, muchos viajeros se habían atrevido a echarse la aventura a atravesar esta gran selva porque sabían que después de 3 días de camino les esperaba algo maravilloso. Solo eran rumores de pueblo, que salían de boca en boca y sin embargo, todos aquellos que habían osado iniciar esta excursión habían fallado desapareciendo entre la maleza. Muchos decían que fueron picados por grandes mapanares, o caídos en las fauces de un gran felino, que había hecho su agosto saciando así su hambre.

Pedro no era cualquier aventurero, había estado en la selva de Amazonas, y había sobrevivido a ella. Dicen las lenguas de los indígenas de estos territorios que tenia el don de hablar con los animales, y que era amable, y respetuoso con las plantas, y por ello no había sido consumido por la selva. Pero claro, eran puras habladurías. Pedro había escuchado que en la zona central de Venezuela existía una gran bahía, y que esta era un paraíso terrenal ya que nadie la conocía. Muerto por la curiosidad decidió encontrarla.

Después de varias leguas de camino, y salir del pueblo de Maracay decidió adentrarse a la montaña. No había por donde empezar. La selva era muy tupida, pero también era muy hermosa. Temprano en la mañana se escuchaba el trinar de los pájaros, el colibrí hacia acto de presencia y se sentía el sonido de las ranas cerca de los riachuelos. Al iniciar la escalata a la montaña, sintió la presencia de los mosquitos y los jejenes, pero el era muy precavido. Un curandero le había preparado una loción para untarse en el cuerpo para ahuyentar estas alimañas. Con machete en mano fue saliendo de toda la maleza impresionado al mismo de la belleza de la flora y la fauna. La montaña contaba con la presencias de árboles de gran estatura, y en muchas de ellos habitaban una gran cantidad de perezas. Se había llevado también unas cuantas arepas para bajar el hambre que se le podía presentar en el camino.

Sin embargo a final del día ya empezó a sentir el cansancio, así que decidió descansar. Se detuvo a descansar debajo de una gran mata de helechos haciendo caso de los sonidos que emitían los animales. De todos modos dejo un fuego prendido por si se acercaba un animal que quisiese devorarlo. Al día siguiente emprendió el camino. Ya su brazo le dolía bastante de tanto cortar maleza. Pero se había propuesto encontrar ese maravilloso paraíso. A pocas horas sintió un gran rugido. Lo sentía a la distancia. Su corazón palpitaba fuertemente, y el sudor salía a cantaros por su piel. De solo imaginarse que se encontraría con un jaguar, no sabría que hacer. Sabía que podría morir en un enfrentamiento de ese tipo. Cerca de un gran árbol de grandes lianas se encontraba una Pereza. La pobre se encontraba mal herida.

Se acercó con mucha gentileza, y la curó con unos remedios naturales que tenía en su mochila. A las pocas horas la Pereza despertó, muy contenta, y se subió inmediatamente al árbol donde le esperaba su familia. De repente escuchó una cantidad de sonidos de animales. Parecían sonidos de orangutanes salvajes, y cunaguaros. Pero los ignoró. De repente vio en el cielo un bello Ave Fénix. Decidió seguirla aunque volaba rápidamente. El ave sabia que él estaba allí, y pareciera en el fondo que esta le estuviese indicando el camino. Después de horas de caminar luchando contra la maleza y los mosquitos quedo impresionado lo que vio. Se encontraba en la presencia de una gran bahía.

Esta parte de la montaña era más seca. Se encontraba llena de cactus naturales. Pedro nunca había visto tanta agua, y una playa tan hermosa. Bajo inmediatamente de la montaña hasta acercarse al mar. i Que delicia! Esto si es un paraíso. En la playa vivían un grupo de pescadores, que sorprendidos del extraño fueron muy recelosos. Sin embargo, no vieron peligro en él. Así que lo recibieron con gran amabilidad, y le enseñaron a pescar desde temprano en la madrugada en sus peñeros. Pedro no cabía de sorpresa. Que cantidad de peces. Carites, Meros, Sardinas, y Ostras escondidas entre las piedras. Después de contarles Pedro a los pobladores de Ocumare lo del ave Fénix se miraron unos a los otros. Ese es Corrobó, el espíritu guardián de los animales del bosque. El solo guía y ayuda a cumplir nuestros deseos a todos aquellos que son de buen corazón. Por algo te ganaste su confianza le comentaron a Pedro. Y con el tiempo se corrió la voz por el pueblo de Ocumare como un extraño aventurero llego a la bahía de Cata gracias a la ayuda de Corrobó, el guardián de los animales de la selva.

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