Capitulo IV
Lucecita y el Dragón
Carlos se encontraba reposando después de un buen almuerzo cuando la vio. Era como una aparición, su belleza era infinita como extraña. Ante él se encontraba una muchacha de unos profundos ojos azules con unos cabellos verdes como las algas del mar con un tono de piel verde manzana, y el resplandor del sol adornaba su piel con pequeñas escarchas.
Se encontraba tan hipnotizado que no pudo emitir palabra, y se dio cuenta de que se había prendado totalmente de ella.
-Oye, ¿Qué te pasa? Muchacho, estas actuando muy raro, cualquiera diría que nunca has visto una hada- le dijo la muchacha.
-Hada…hada… - repitió sin parar.
- Me llamo lucecita, ¿y tu?- pregunto intrigada
- Carlos, vengo de muy lejos- le explico a la muchacha
- Ya veo- ¿Dónde esta tu poder?-
- ¿Poder? ¿A que te refieres?- pregunto Carlos sorprendido
- Tú sabes, el don con que nacemos todos los que nacemos por estas tierras- le explico la muchacha
- Yo no tengo ningún poder- No soy de aquí.– dijo Carlos con temor.
- ¿Qué eres? ¡Un humano!- retrocediendo a un pequeño matorral con temor
-No te asustes. No te haré daño- le dijo tranquilamente Carlos
- Los humanos no saben convivir en armonía. Eso dice mi padre, y son muy dañinos. No entienden de la magia- le respondió de malas maneras.
-Eso no es cierto. ¿Y como los sabes? ¿Han visto anteriormente a alguno? Le pregunto Carlos ya enfadado.
Lucecita estaba tan entretenida que no se dio cuenta de la presencia de una bestia feroz que volaba por los aires.
Carlos sin pensarlo dos veces la agarro de la mano, escondiéndola detrás de unos matorrales.
-Me salvaste la vida- respondió Lucecita. Si Lucius me ve, me puede incinerarme, aunque mi padre dicen que son inofensivos, pero yo no lo creo.
-¡Inofensivo! Esa bestia- comento el muchacho con indignación. – Vamos a escondernos detrás de estos matorrales para que no nos descubra.
Pero el dragón no se fue, aterrizo a orillas del río para tomar un poco de agua. Nosotros observábamos todo, Carlos estaba aterrorizado.
-Esta planta me da alergia- dijo Lucecita, y no pudo contenerse y estornudo con todas sus fuerzas
El dragón volvió la cabeza y se quedo mirando fijamente a los dos muchachos. Era una bestia increíble de color naranja.
-Ahora no sobreviremos-dijo sollozando Lucesita
Continuará....
Precioso tu blog Judith. También lo agregaré a mis blogs- Besitos y gracias por tu visita. Magda
ResponderEliminarme he prendado del relato, pero observo algunas cuestiones gramaticales, como por ejemplo:"me puede incinerarme"... algún "me" sobra, debiera ser "me puede incinerar" o "puede incinerarme"... luego sobre el final hay un "nosotros" que no se sabe de donde sale... lamento molestarte con estos detalles... pero distraen del contenido.
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