Solo sabemos de nuestro sistema solar, y otras
constelaciones grabadas por el Telescopio Americano Hubble. Sin embargo existe
un sinfín de otros universos no conocidos por la humanidad.
En nuestro universo hay muchas dimensiones lejanas
a nuestro sistema solar, ya que existen muchos Universos paralelos. Entre todos
ellos existía una constelación de color verde aceitunada, y de brillantes
estrellas de un gran matiz de colores llamativos inimaginables por el hombre.
En ella había un planeta llamado Esmeralda. Ella era tan brillante como el cosmos
mismo rodeado de estrellas brillantes
iluminada por un radiante sol que cambiaba de colores diariamente.
El planeta tenía una atmosfera cubierta de
estrellas brillantes de luminosos colores que le daban mucho color. Allí
existía una comunidad de vida muy peculiar. Tenían facciones humanoides, y su
piel era verde escarchada con un cabello largo cubierto de infinidad de
estrellas de colores, y brillaban con un matiz dorado cuando llegaban los
primeros rayos del sol Se comunicaban
mentalmente con los árboles, y les cantaban canciones llenas de melodía sutiles,
y armoniosas. Los árboles se encontraban llenos de vida, y todos los días llegaban unas esferas de colores que se ubicaban en las ramas de los arboles
brindándoles más vida a ellos. ¿Cómo llegaban? ¿De dónde venían? Ni siquiera
los habitantes de esmeralda sabían. Ellos solo sabían que venían diariamente, y
se asentaban en sus bellos arboles a quienes amaban mucho. No todo quedaba
allí. Venían con ellos energías llenas de vida, y habitaban dentro de las
esferas. Los habitantes de Esmeralda las cuidaban mucho porque sabían que
gracias a ellas había equilibrio en el universo.
Hilitos de oro era una bailarina muy conocida en
los planetas verdes, pero le encantaba visitar a Esmeralda, y cuando amanecía
el sol irradiaba con hermosos colores, a cambio ella se lo agradecía
bailando una danza única con música proveniente de las altas esferas.
Jhajim era muy tierno con los pajaritos, así
llamaba a los habitantes de los árboles que venían continuamente del cielo. Él
las quería mucho, y cantaba continuamente con ellas, y las esferas se vestían
de atractivos colores.
Era un bello planeta lleno de luz, y mucha alegría.
La conexión telepática con el reino
vegetal era algo muy natural. Eventualmente aparecían energías de colores
semejantes a los comentas que provenían del cielo. Violeta era una de ellas. En
ocasiones pasaba grandes temporadas con nosotros. Era alta, y de varios matices
de purpura. Jhagim Le llego agarrar
mucho cariño a las pequeñas esferas, y a la civilización de Esmeralda.
Violeta y Jhajim se hicieron grandes amigos. Realmente le parecía
que era totalmente diferente de lo que había conocido anteriormente. Tenía la
capacidad de transformarse, y cambiar de
tamaño. Se hacía pequeña para visitar a las pequeñas esferas que vivían en los
árboles, y a la comunidad de seres que Vivian en ellos e igualmente podía
adquirir un gran tamaño llegando a la altura de los arboles más altos. Y muchas
veces sentí que los abrazaba con calidez. Era energía pura e irradiaba mucha
luz.
La comunidad era muy confiada, y pensaba que todas
las razas del universo poseían la misma calidez, y respeto a la vida como
ellos. Sin embargo, sabían de un planeta nuevo, y muy joven que estaba
evolucionando. Ya las primeras formas de vida habían surgido, y pronto
llegarían los humanos. Eran diferentes a ellos. Era un mundo lleno de
emociones, y grandes bendiciones. Tenían temor por ellos porque poseían mucha
luz, pero no lo sabían, por eso eran peligrosos. Sin embargo Jhajim tenía
confianza en ellos de que algún día descubrirían su luz. El defendía todas las
formas de vida del cosmos porque pensaba que todos tenían derecho a la vida, y
a la prosperidad.
Hilitos de oro quería mucho a Jhajim. Cuando se le
acercaba su piel brillaba como nunca vistiéndose de mil y un colores. Ambos
llegaron a quererse mucho. Todo para ellos era luz, y color. Él amaba toda la
vida de Esmeralda, pero era también un aventurero. Soñaba con conocer otras
civilizaciones, pero no se quería apartar de Hilitos de oro, y su mundo
maravilloso vegetal.
Entonces llegaron ellos. Todos los recibieron con
calidez, y no vieron ningún peligro en esa raza. Eran altos con facciones
grises, y ojos azules penetrantes. Les
enseñaron todo. Hilito de oro no confiaba en ellos. Había algo de ellos que no
le terminaba de convencer. No brillaban como ellos. Ella era un artista, y
había viajado a muchos mundos generosos llenos de luz en muchos universos. Por
ello, ella les tenía desconfianza, y hasta mucho temor.
Ella le dijo que tuviera cuidado con ellos, sin embargo como los demás no la
escucho.
Ellos se acercaron a Jhajim, y sabían de su
inquietud por conocer otros mundos, y lo
invitaron a llevarlo a la Tierra prometiéndole que volverían pronto. Él estaba
muy contento. Quería conocer todo acerca de ese planeta. Le dijo a Hilitos de
Oro que volvería pronto, y se quedaría después con ella por siempre en
Esmeralda pero, no puedo cumplir su promesa. Hilitos de Oro le dio un medallón
azul celeste, que brillaba con el sol reflejando matices de colores del
Universo.
Al día siguiente se fue con ellos, pero no se
dirigieron a la Tierra sino por el contrario a otro mundo con poca luz.
-Esto no es la Tierra- le contesto temeroso Jhajim
-Por supuesto que no. Aquí te quedaras, y no volverás
a tu hogar.
Eso fue un golpe duro para Jhagim. Él quería
volver a Esmeralda.
-No pienso quedarme-
-Eso dijeron los otros-
-Coleccionamos habitantes de otros planetas, y los
apresamos. Te elegimos a ti porque eras diferente a los demás- dijo
despectivamente.
Lo bajaron de la nave, y lo apresaron en una jaula
con otros seres desconocidos para él.
Tenía mucho miedo. Nunca se había alejado tanto de
su hogar, y estaba arrepentido de aceptar su invitación a esa aventura nefasta.
Sin embargo, no todo era malo. A pesar de que
Hilitos de Oro se encontraba lejos, ellos se comunicaban mediante el medallón. Él
era muy gentil, y se hizo amigo de todas aquellas razas. Ellos sufrían también.
Le daban poca comida, y el las compartía con ellos, y les hablaba acerca de su
planeta, y como era todo allí. También jugaban a los escondites de aquellos seres, sobre todo con los más pequeños.
Todo se volvió más ligero para todos.
Un buen día aquellos seres desagradables vinieron a buscarlo a esa jaula. Estaban muy
desconfiados por que los otros estaban muy tranquilos, y hasta más felices
desde que llego el allí.
-¿Quién eres tú?-
-¿Porque los demás confían en ti? Eso no es
normal.
Jajhin no sabía que decirles. El simplemente era
gentil con todos, incluso con ellos. Yo simplemente pienso que la vida en el
universo debe ser amada, y cuidada, incluso ustedes también lo merecen.
Ellos se rieron de él. No estaban acostumbrados a
la gentileza de nadie.
-Piensas que te puedes ir ahora- dijo uno
burlonamente
-Yo me voy a ir de todos modos. No pienso estar
aquí para siempre-
-¿Por qué brillas tanto cuando hay una hoja seca o
un árbol seco?
-Ellos merecen amor. Yo amo mucho al reino
vegetal, y elemental-
-Pregunto otra vez ¿Quién eres tú? Eres distinto a
ellos-
Jhagim los miro fijamente, y sin temor.
-Soy el guardián de todos los árboles de
Esmeralda-
Ellos se asustaron, y retrocedieron: “Eres un ángel
verde”
-No sé a qué se refieren. A nosotros nunca nos han llamado así.
-No puedes estar más aquí. Nos harías daño-
-Te facilitaremos una nave espacial para que te
vayas, pero no puedes volver a Esmeralda-
-¿Por qué?- dijo Jhagim extrañado
-La constelación a la cual perteneces se encuentra
impenetrable. Tus amigos pusieron una capa electromagnética de defensa. Nadie
puede ingresar a ese universo, ni siquiera las razas que poseen los avances
tecnológicos más altos.
-Lo hicieron para evitar que entraran intrusos con
malas intenciones, es decir nosotros- dijo con una mueca de desagrado.
- y, ahora ¿Qué haré?- pensando que había perdido
todo.
-Hay un planeta nuevo parecido al tuyo, pero es muy joven todavía. Te puedes ir allá.-
-¡La Tierra!-
-Te advierto, en cuanto pises la Tierra te
olvidaras de todo, de dónde vienes-
Jhagim acepto. No tenía alternativa. Para ellos
fue un consuelo que se fuese. No querían tener cerca un ser de tanta luz,
aunque reconocía que era muy amable. Tal vez algún día podrían convivir con
todas las razas del universo, pero no todavía.
Jhagim fue llevado a una nave espacial
rudimentaria. Ellos, coordinaron todo, esperando no volverlo a ver otra vez. El
medallón de Hilitos de oro brillaba con un color azul intermitente, ya ella sabía
que él estaba a salvo, pero no sabía en donde se encontraría, pero su corazón
lo sospechaba.
Y así fue que Jhagim llego a la Tierra. Tuvo que
esconderse porque los humanos no eran fáciles de comprender. Él sabía en su
corazón que la Tierra no era su hogar. Sin embargo, se hizo amigo de los humanos,
y les enseño a cultivar, y a tratar bien al reino vegetal porque ellos sienten
mucho amor, y brindan muchas bendiciones. De vez en cuando revisaba el medallón. No entendía
sus inscripciones, ni tampoco porque tenía un logotipo de árboles en un fondo azul. Sabía que tenía algún significado. Algún día
lo descubriría. Empezó a conectarse con los árboles, y le parecía escuchar sonidos,
y melodías provenientes de ellos. Pensó que era su imaginación, pero empezó a
cantar con ellos, y sentía que le respondían, y cuando brillaba mucho el sol
aparecía unos hilitos de colores que brillaba
incandescente. El la llamo hilitos de oro sin saber que la había
conocido de algún lugar. Esa es la historia de Jaghín que vino de un planeta
verde llamado Esmeralda en donde la luz y el amor equilibran todo. De un mundo
que nos enseñaría mucho, y que tal vez algún día si sembramos gentileza, respeto , y amabilidad a la madre Tierra seria parecido a Esmeralda.