martes, 30 de marzo de 2010

El viaje al fondo del mar



Capitulo II

El viaje al fondo del mar

Apenas pude dormir en toda la noche pensando en mi encuentro con los delfines. Al día siguiente después de ayudar a mis padres en los quehaceres de la casa me dirigí a la playa, esperanzado de ver pronto a mis nuevos amigos. Me sentía un poco mal ya que no le había contado nada a Miguel. Miguel apenas tenía un año más que yo. El ya tenía 11 años y dentro de poco tiempo recibiría su piedra. Yo me preguntaba a veces que color elegiría. A mi me encantaba el azul. Pero todavía nos tocaba esperar un poco. Luna nos había enseñado que todos los Atlantes debían elegir una piedra a los 13 años, y que el mismo se lo entregaría en la ceremonia del pájaro dorado. Según Luna cada color de cada gema asignada podía marcar nuestro destino. Bueno, eso podía esperar. Yo estaba más ansioso ahora de divertirme con mis amigos los delfines.

Cuando llegue a la playa no vi nadie. Ni siquiera se veían las aletas de los delfines. Me tomaron por sorpresa cuando me llamaron con grandes chillidos.

-Orión, Orión- me llamaba Loti

-Te van oír. No hagas tanto ruido- Le conteste un poco enfadado.

- Nosotros no somos entupidos. Los demás no nos comprenden. Ellos escuchan nada más que los chillidos. Así que... ¿para qué preocuparse?- Le contesto burlonamente Loti

- Pero tú si nos puedes comprender, y eso es porque elegimos comunicarnos contigo- le dijo pacientemente Atenea

- Ven. Sujétate de mi aleta- le dijo Loti

Orión estaba encantado. Y de repente, el delfín empezó a nadar a toda velocidad y a grandes distancias. Orión sentía a veces que le faltaba aire.

-Por cierto, ¿tu sabes nadar?- le pregunto Atenea

- Claro, pero no nado a estas velocidades- le respondí retomando más aire para no ahogarme.

Atenea y Loti me llevaron a alta mar, y se detuvieron.

-ahora, toma mucho aire, nos vamos a sumergir en el fondo del mar- le dijo Atenea

-No te preocupes. No dejaremos que te ahogues- dijo Loti.

Antes de sumergirme con ellos en el fondo del mar me pareció ver una sirena.

- Atenea, Loti. ¿Qué están haciendo? El es humano. No puede respirar debajo del agua como nosotros- Le reprendió la Sirena

Yo estaba sorprendido. Indudablemente, primero unos delfines parlantes, y ahora una sirena de cabellos verdes.

-¿Quién eres? Le pregunte con amabilidad

- Me llamo Helena. Y ¿Qué haces por aquí con los delfines?

- Ellos me invitaron.

- Ya que estas aquí. Ven a visitarnos, pero no puedes contar a nadie lo que veas. Toma este caramelo. Lo necesitarás para respirar debajo del agua.- dijo Helena

Mastique el caramelo. Sabía a fresa con una mezcla de sabor a moras.

Cuando me di cuenta Helena ya se había sumergido en el fondo del mar, agarré fuertemente la aleta de Loti y me encontré a un maravilloso mundo marino.

Todos los peces nos veían sorprendidos. Los caballitos de mar pasaban muy nerviosos debajo de los corales. Podía ver peces grandes y pequeños. Desde las grandes mantarrayas, hasta los pequeñas estrellas de mar.

A lo lejos pude divisar un castillo. Dentro del castillo había muchas sirenas, un tiburón que cuidaba las puertas del palacio. Al llegar me encontré frente a frente con unos tiburones no muy amigables.

-¿Qué hace él aquí? Puede ser un plato suculento para mi cena dijo el tiburón sacando los dientes.

- Es que no oíste al rey. Teníamos que traer un humano al castillo. Y bueno, Orión apenas es un niño y se ve confiable. No creo que nos vaya a delatar. De todos modos nadie le creería- dijo Loti

- Me parece bien- cerrando las fauces y escondiendo sus grandes dientes.

Yo no salía de susto tras susto. Estaba tan impresionado que apenas hablaba.

Helena me veía con desconfianza.

-¿Qué pasa? Es que nunca has visto un niño – le conteste ya con enfado.

- He visto humanos, pero no tan pequeños. Y no entiendo porque mi padre quiere conocerte.

- A mi solo me invitaron a pasear. Todo esto ha sido una sorpresa para mí- dije protestando.

Los delfines me llevaron al palacio, y allí me encontré frente a frente con un viejo tritón de mar.

-Atenea, Loti. ¿A quién han traído? Es apenas un niño- les reclamo el rey

En ese momento apareció una bellísima sirena con cabellos dorados como el sol, con unos bellos ojos esmeralda.

- Acuérdate de la Profecía – le dijo la Sirena amablemente

- ¿Cuál? ¿A que te refieres? – protestó el rey

- Tú sabes muy bien que nuestro mundo no siempre va a estar oculto. Y si lo descubren los humanos todos vamos a desaparecer a menos que ocurra un milagro.

- ¿Y que dice la profecía? Respondió el rey

La sirena se le quedo mirando. Indudablemente al viejo rey del mar se le estaban olvidando las cosas.

-Recuerda lo que nos dijo Hermelinda. Un humano de lejanas tierras iba a luchar por nosotros y por los suyos.- Le respondió amablemente la sirena.

- ¡Y te parece que es él!- dijo el viejo Tritón.

-Todavía esta pequeño. Pero Atlántida vivirá grandes cambios. Le recordó la sirena.

Yo estaba escuchando todo. Y ya estaba un poco asustado. ¿Qué iba a pasar con Atlántida? Esto era demasiado.

-Yo vine simplemente a un paseo estos delfines. Y ahora me salen con una profecía. Es demasiado para mis 10 años- le contesté a la sirena

- ¡Tal vez nos equivocamos de niño!- dijo Atenea.

- ¡No, estoy seguro que es él! Lo vigilaremos con el tiempo- respondio Loti

De repente surgió de la nada una anguila, y amablemente me dijo:

-Toma esta espada. La necesitaras cuando seas mayor.-

Me quede observando la espada. Era preciosa. Brillaba como el sol y tenia varias piedras incrustadas. La más grande era de un color azul celeste, y las menores eran de verde manzana.

-¡Es linda! Me encanta esa piedra de color azul celeste.

-Ahora estas pequeño, pero cuando seas mayor descubrirás para que se te ha sido asignada. ¡Ahora, vete! Has permanecido mucho tiempo debajo del mar. Le respondió la Anguila

-¡Gracias a todos! Les respondí amablemente.

Me despedí de todos ellos, y los delfines me llevaron a la superficie. Tenían razón, si me quedo un tiempo mas me hubiese ahogado. Ya se me había quitado el efecto del caramelo.

-¡Adiós! No los olvidaré- les respondí a los delfines

- No te preocupes, vendremos siempre a visitarte. Estaremos siempre vigilándote.- le respondió Atenea.

Esa noche no pude dormir por todo lo acontecido. Guarde la espada en un baúl viejo, que se encontraba en mi habitación. Nadie lo descubriría. Recordé a los delfines, y a todos aquellos que conocí esta tarde. Tuve el presentimiento que había adquirido una gran responsabilidad que solo el futuro me podría revelar.

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