sábado, 3 de abril de 2010

La Excursión




Capitulo VII

La Excursión

Muchos nos alegramos de que Centella no siguiera enseñando, sin embargo yo no quise ir más a la escuela. Tenía miedo que el odioso de Centella estuviera cerca, y buscará la manera de seguir molestándome. Mi abuelo se encargó de que yo aprendiese las nociones elementales de geometría, matemática y algunos algoritmos que podían se útiles para mi formación. Tenia además una rica biblioteca de literatura de pensamientos de filosofía, historia, y escritos destacados que habían dejado grandes aportes en la civilización de Atlántida. Los libros de mi abuelo eran antiguos y viejos, y encerraban muchos conocimientos. Aprendí mucho de ellos por un buen tiempo.

A Miguel le pareció muy extraño de no verme por la escuela, así que un día le relaté todo. Estaba sorprendido. Nunca pensó que ese hombre fuese tan cruel y despiadado. Por su parte, Miguel estaba aprendiendo mucho con Luna acerca de Astronomía. El sacerdote también instruía a niños más grandes. Luna descubrió que Miguel tenía un acerca-estrellas, pero no le recriminó nada. Solo le sugirió que no se acercase por las pirámides en paseos nocturnos. Le recomendó a Miguel que fuese a la montaña Kali de las afueras de Atlántida. La montaña era muy alta, y el sacerdote había construido un refugio para sus observaciones de astronomía. Le dejó la llave a Miguel, y le dijo que podía ir cuando quisiese, sin embargo le indicó que tuviese mucho cuidado.

Miguel se moria de ganas para ir a Kali, pero no quería ir solo. Era muy lejos, y necesitaba unas cuantas provisiones para aventurarse a quedarse unos días en el refugio. Un día nos encontramos en la playa, y Miguel me dejo sin habla.

-Hola Orión. Sabes, te hemos extrañado mucho por la escuela- me dijo con simpatía
- ¡No la necesito! Además mi abuelo me esta enseñando todo lo necesario le respondí de malos modos.
- Todos entendemos – me dijo con paciencia- He aprendido mucho de astronomía, Luna me ha enseñado mucho, incluso me dio las llaves de un refugio que se encuentra en Kali para hacer mis practicas de astronomía. Voy a ir el próximo fin de semana. ¿Quieres acompañarme?
- Por supuesto. Cuenta conmigo.

Miguel estaba muy contento. No había tenido la oportunidad de utilizar el acerca-estrellas desde el episodio en la pirámide. Entre los dos compramos en el pueblo lo que necesitábamos y nos fuimos a Kali temprano en el amanecer. Nuestros padres confiaban plenamente en nosotros. No les pareció peligroso.

Después de dos horas en burro llegamos al refugio. Estábamos adoloridos. El refugio se encontraba en la cima de la montaña. Miguel me relato que esa noche iba a ser espectacular. Iba a ver una lluvia de estrellas.

Descansamos todo el día, y al anochecer subimos a la parte más alta de la montaña. Miguel llevaba su acerca- estrellas, y su libro de anotaciones. Yo lleve dos bancos unos bocadillos. No sabia cuanto tiempo íbamos a estar allí.

Yo estaba que me dormía hasta que oí a Miguel gritar.

-¡Allí viene la lluvia de estrellas! ¡Que increíble!- me dijo muy emocionado.
Miguel me paso el acerca- estrellas. Y las entonces las vi.
-Pero, que extrañas son. Son de distintos colores- le dije con sorpresa.
- déjame ver- diantres- Comentó Miguel. -Eso no es una lluvia de estrellas comunes, las que yo conozco son blancas como la leche. Por lo menos eso dicen en el libro de Astronomía. Déjame anotarlo todo.
- Pero, Miguel lo que sale en los libros no todo es cierto. A veces es bueno comprobar las cosas- le expliqué

Miguel tenía en su cuaderno diagramas, dibujos, y anotaciones de todo lo que observaba. Era muy ordenado, a diferencia de mi persona, que a veces no encontraba lo que buscaba. Indudablemente él podía ser el próximo sacerdote del templo de Osiris. Allí se encontraban los mejores astrónomos de Atlántida.

Esa noche estuvimos hasta la madrugada observando la lluvia de estrellas. Hasta vimos al planeta rojo incandescente de las tardes. Se veía muy claro.
-Orión. Luna me ha dicho que ese planeta se encuentra cerca de la Tierra.
- ¿y como es posible que lo podamos percibir, si la Tierra es plana?
- ¿y tú crees eso? Nuestro planeta es redondo- me explicó Miguel
-¡ Redonda! Piénsalo. Es que tu crees que Atlántida en la única tierra existente en el planeta. ¿De dónde crees que vienen las gaviotas que se asoman de vez en cuando a nuestra bahía? – me dijo con paciencia
-Tienes razón.

Miguel tenía además un cuaderno de cartografía, en donde anotaba los espacios geográficos de Atlántida e islas cercanas. Y en el fondo del corazón quería conocer otras tierras. Pero no lo veía posible.

Pasamos un fin de semana increíble. Tuvimos la ocasión de ver una lluvia de estrellas, varias estrellas fugaces en el amanecer e incluso al planeta rojo incandescente. Yo, realmente estaba agotado.

Ese Domingo recogimos todas nuestras cosas, y nos dispusimos a volver a casa. El camino era largo y polvoriento. No había llovido hace tiempo, así que todo estaba muy árido. Cuando ya estábamos a mitad de camino aparecieron unos hombres de muy mal aspecto. No nos gusto para nada

-¿Que hacen Uds. por aquí? dos niños tan lejos de Atlántida- preguntó uno de malos modos.
- Mira, Pedro. Tiene un acerca- estrellas- dijo el otro- Puedes olvidarte ya del artefacto. Podemos venderlo a los astrónomos de las otras islas.
- ¡jamás! Me costó mucho obtenerlo le respondió Miguel
- Entonces, me dejan los burros, y la comida- respondió el más desagradable de todos.

.Miguel se bajó de su burro, yo hice lo mismo. Ya sabía yo que lo íbamos a pasar muy mal. Todavía faltaba la mitad del camino. Y caminando nos iba a tomar 5 horas. Por lo menos teníamos el agua. Los hombres así como aparecieron, desaparecieron entre unos matorrales riéndose a grandes carcajadas deleitándose con el botín.

Los hombres se llevaron los burros y la comida.
-¡Esos desgraciados! Pero, por lo menos no tienen mi acerca-estrellas ni mis anotaciones- dijo Miguel con alivio

Yo hubiese hecho otra elección. Pero la pasión de Miguel era las estrellas, así que no dije nada. Estuvimos caminando horas, yo no supe cuanto. Estábamos muertos de cansancio. Y ya nuestros pies estaban muy adoloridos. Nuestras sandalias no nos ayudaban en nada. No habíamos comido en 4 horas. Al llegar a un pequeño arroyo bebimos agua hasta saciarnos, y nos quedamos dormidos hasta entrada en la tarde.

Continuará…

2 comentarios:

  1. Muy buenos cuentos, yo creo en la teoría de las razas raíces y en la existencia de la raza atlante, espero ver más aventuras de Miguel.

    Besos bermejos.

    ResponderEliminar
  2. Es magnífico, Judith.
    Me encanta tu forma de escribir. No cansa nada leerte. Nunca.
    Eso es maravilloso.
    Es difícil conseguirlo en un largo relato.
    Abrazos, amiga.

    ResponderEliminar