Desde la costa se veía humaradas que provenían del centro de nuestra querida Atlántida, pero teníamos que zarpar rápidamente e irnos hasta llegar a una de las islas, que serian nuestra salvación.
A medida que nos alejábamos veíamos con tristeza como los templos se derrumbaban, las construcciones sucumbían, y todo lo que con tanto esfuerzo se había construido se derrumbaba producido por un gran cataclismo.
Muchos lloraban por sus familias, y yo estaba enfermo de tristeza por la pérdida de mi amigo, con quien había vivido muchas aventuras. Pero no todo había terminado, todavía nos faltaba enfrentarnos al ancho mar.
Después de navegar durante 3 días, el cielo se oscureció. Se avecinaban grandes tempestades. Llovía sin cesar, y por un momento creí que no nos salvaríamos.
Después de la lluvia vino una espesa neblina, no podía ver nada, y realmente estaba muerto de miedo, pero no quería transmitirlo a los tripulantes del navío. La situación estaba muy delicada.
En medio de la espesa neblina oí unos pájaros, y mi medallón se encendió con una luz incandescente indicándome el camino. Seguí el ruido de las aves hasta que nos alejamos de la espesa neblina.
Al día siguiente todo estaba mas claro. Pero indudablemente estábamos en el medio de nada. No se veía nada en el horizonte.
De repente oí unos chillidos, y allí estaban, mis amigos los delfines, saltando y asomándose entre las aguas.
-Otra vez en problemas- me dijo uno de ellos. Ya se te esta volviendo un hábito.
Los niños al ver los delfines perdieron el miedo, y brincaban por la fragata a medida que se asomaban los delfines.
-Síguenos- me dijo otro.
Yo obedecí, y lo seguí con lo que quedaba de nuestro barco. El mástil estaba muy débil, pero nos ingeniamos para llegar a una isla que se asomaba a la distancia.
Después de dos horas llegamos y tocamos tierra firme. Estábamos todos cansados, agotados, y desmoralizados.
Y esta es mi historia de cómo una avanzada civilización se destruyó por la codicia y el odio. Me dedique a que los sobrevivientes no perdiesen su identidad. Éramos Atlantes y debíamos recordarlo siempre.
Fin
Ha sido maravilloso vivir contigo todas las aventuras de la Atlántida.
ResponderEliminarTe deseo buenas ventas en lulu.com
Desde luego yo se lo pienso regalar a mis sobrinos.
Gracias, Judith, por permitirnos soñar contigo.