sábado, 10 de abril de 2010

La Ceremonia




Capitulo IX
La Ceremonia

Pasaron algunos años, y todavía recordábamos nuestro encuentro con Alfa. En aquel entonces, conversé esa noche con mi abuelo, y él se quedo callado. No le pude sacar ninguna palabra, pero si mencionó que cuando fuera mayor tendría que cuidar del libro para que no cayese en malos manos sobre todo del odioso de Centella, que a mi parecer y el de mi abuelo era un sujeto de malas intenciones.

De vez en cuando aparecían los delfines, y jugaba con ellos en el acantilado. Estos me invitaban a nadar en otras costas. Me divertía muchísimo, y fue en ese instante que decidí dedicarme al mar. Me esforcé en aprender nociones básicas de cartografía, geografía, y cómo orientarme con las estrellas para navegar en el mar.

Miguel ya había recibido su medalla en la ceremonia del cóndor dorado. El había elegido una amatista, y había decidido consagrarse en el estudio de la astronomía estudiando posteriormente estudios para ser un futuro sacerdote. A Centella no le hizo mucha gracia, y lo miró siempre con desconfianza desde que mi amigo recibió su amatista.

Yo ya tenía 13 años, y en el próximo mes lunar se realizaría la ceremonia del cóndor dorado. Yo estaba muy emocionado ya que al fin recibiría mi medallón.

Luna todavía era el sacerdote, aunque tenía una precaria condición de salud inicio la ceremonia. Todos los Atlantes estaban reunidos en la pirámide, y todos los niños de mi edad recibirían ese día su medallón. Al recibirlo dejaríamos de ser niños y nos iniciaríamos en la adquisición de mayores responsabilidades.

Las piedras se encontraban en el mesón de piedra ubicado en lo más alto de la pirámide. Todos los Atlantes tenían que asistir ya que era un honor recibir la gema, y todos conocerían cuál iba a ser nuestro destino. Luna inicio la ceremonia con un canto en honor al Dios Solaris, prendiendo la antorcha de fuego, y fue entregando las gemas hasta que llego mi turno.

Yo elegí una gema azul eléctrica. Me fascinaba su color porque me recordaba el mar, y yo me sentía muy identificada con ella.
-Has hecho una buena elección – dijo Luna colocándome el medallón en mi cuello. – El color azul siempre te relacionara con el mar, pero también es sinónimo de fortaleza y valor para enfrentar dificultades. Tal vez en el futuro tendrás que enfrentar adversidades. El Dios Solaris siempre te protegerá para que cumplas tu destino.

Yo lo miré con extrañeza. Pero sabía que tenía razón, Luna nunca se equivocaba en el destino que le tocaba a cada ciudadano de Atlántida. Yo estaba muy feliz. Ya había dejado de ser niño y podía tomar mayores decisiones en mi pueblo. Miguel me felicito por mi medallón. Nos consideramos ya adultos, aunque éramos todavía muy jóvenes, teníamos sueños que anhelábamos por cumplir.

A través de los años la salud de Luna se fue deteriorando. Era muy extraño ya que contaba anteriormente con un buen estado de salud. Las malas lenguas decían que Centella lo estaba envenenando ya que quería ser el nuevo gobernante de Atlántida.

En muchas ocasiones Luna nos reunía en el cubículo de los jóvenes ciudadanos y nos hablaba de la importancia de la armonía, y el respeto hacia todos y la buena convivencia. Nos hablaba también del cuidado a la naturaleza. Él estaba convencido que la falta de armonía producir daños irremediables. Solo nos pedía que no nos olvidáramos de ello.

El tiempo fue pasando y Luna murió repentinamente. Yo ya tenía 20 años, lo recuerdo con mucha tristeza. Llevaron sus restos incinerados, y se dejaron que el mar purificara su espíritu.

Centella había retomado el gobierno de Atlántida. Estableció nuevas leyes, y eliminó la ceremonia del cóndor dorado para los próximos jóvenes Atlantes. Descartó también las actividades de curación con incienso y hierbas a los niños y viejos. Solo ayudaba a los más allegados a su persona.

Un buen día tembló en Atlántida, y uno de los templos se derrumbó. Nadie entendía porque había ocurrido. Jamás había temblado en Atlántida. La pesca también fue más escasa. Era como si nos hubiese caído una maldición.

Continuará….

1 comentario:

  1. Tienes magia en los dedos para escribir y eso lo detectan los niños. Son los lectores más difíciles de complacer.
    ¡Qué te voy a contar! Y te aseguro que esta historia es maravillosa, me encanta.
    Sigue así, porque estoy intrigadísima.
    Gracias por este blog. Sea para niños y mayores disfrazados.

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