sábado, 29 de mayo de 2010

Nuestra vida en nuestra tribu




Capítulo II



Sin embargo no se notaba en estos lobos ni fiereza ni instinto de ataque. Águila Negra conocía estos animales. Estos eran impredecibles. Los lobos se mantuvieron a la distancia, entonces el grupo de indios decidió seguirlos manteniendo una distancia prudencial de ellos. Águila Negra sabia en el fondo de su corazón que el espíritu de los lobos debía respetarse. El hecho fue, que misteriosamente los lobos los guiaron hasta cruzar la montana y llegar a su hogar. Sus familias los recibieron con gran alegría, felices de que llegaran sanos y salvos. Y así fue que Águila Negra y sus bravos salvaron a su tribu del hambre y de grandes enfermedades. Al escuchar la historia de nuevo de nuestros ancianos sabía que esta era totalmente cierta. Había visto lobos grises en el valle, y en muchas ocasiones me habían guiado a mi hogar. Pienso en el fondo que su espíritu nos protegía.

Nuestro jefe de la tribu se llama Halcón Gris. Su gran poder de determinación y fuerza me recordaba las águilas que viven en nuestras montañas. Halcón Gris era nuestro guía, y gran parte de las decisiones en beneficio de nuestra tribu eran sabias. Su compañera se llamaba Luna Sonriente. Tenía una sonrisa encantadora. Su carácter jovial y gran calma ayudaba a Halcón Gris a mantener serenidad en los momentos más difíciles. Sus hijos jugaban con los míos, y con los niños restantes de la tribu, y todos ellos eran entrenados en el arte de la caza con el arco y la flecha bajo la instrucción de pequeño halcón. Pequeño Halcón consciente del respeto y amor que le debemos dar hacia nuestra madre tierra, les transmitía estas enseñanzas a nuestros pequeños porque consideraba que cada animal y ser viviente nos honraba con su vida. Cada animal tenía para nosotros un gran significado. El águila nos ilustraba su valentía y fuerza, el pequeño ratón la concentración y los castores del río la perseverancia. Nuestra madre naturaleza era nuestra eterna compañera y debíamos honrarla porque el gran espíritu estaba presente en ella.

Mi compañera se llamaba águila blanca. Poseía una gran fortaleza y un gran espíritu de solidaridad con todos nuestros hermanos. Tenía el corazón y el valor de las águilas que volaban en el cielo y en las grandes montañas. Decía que en la maravillosa red de la vida todos estábamos unidos. Cualquier acción que hagamos a nuestros hermanos, ya sea buena o mala perjudicaría o beneficiaría a nuestra relación con el cosmos. Afirmaba que todos estamos conectados en una gran red. Todas las hebras son importantes, si una hebra se soltaba, las restantes se destruían.
Un buen día, los jefes de las tribus de las planicies se reunieron en nuestra tribu. Discutían con mucha preocupación la existencia de un hombre de otra raza. Esa raza no respetaba a la madre naturaleza y desconocía sus leyes. Tenía un gran afán de conquista y desconocía las señales de los animales salvajes y silvestres. Viajaban en casas rodantes arrastrados por caballos. Cazaban los animales con armas que escupían fuego, y en un instante los dejaban sin vida. No sentían el dolor de los animales, y éstos se mostraban temerosos al sentir su presencia en las montañas. Puma Rugiente, el jefe de los Sioux no toleraba su presencia. Estos eran una tribu guerrera, pero muy agradecida ante la existencia de la vida. Estaba furioso, afirmaba que esta raza era desagradecida y violenta, y estaba seguro que el hombre blanco ocuparía gradualmente nuestras tierras, y destruiría todo ser viviente tanto los animales como los seres humanos. Los otros jefes de las planicies lo escucharon, conocían a Puma Rugiente, esta situación traería malas consecuencias.

Continuará………………….

2 comentarios:

  1. Muy bueno el ritmo narrativo. Es maravilloso. Tu escritura es de las mejores que he leído en literatura infantil y juvenil. Te auguro feliz futuro literario, amiga querida.

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  2. Gracias Judith por permitirme entrar a este bello mundo.Te felicito y te deseo muchos exitos en tu labor.
    shosha

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