viernes, 2 de abril de 2010

El Juicio




Capitulo VI
El Juicio


Todos los Miércoles se celebraban el juicio de los criminales en la pirámide del Águila blanca. Todos los Atlantes estábamos en la obligación de asistir con la finalidad de no cometer fechorías y no poner en riesgo nuestra ciudadanía. Luna no creía en los encarcelamientos. Él le daba mayor importancia al aprendizaje de las acciones de cada uno de nuestros ciudadanos a diferencia de Centella. Si bien era cierto que en la Pirámide del cóndor dorado existían celdas horrorosas, a nuestro querido sacerdote le parecía que estas debería eliminarse ya que las practicas de tortura y castigo se habían eliminado en viejas generaciones.

La mayoría de los juicios eran en contra de ladronzuelos, y estos eran castigados con el destierro. Luna consideraba que la asistencia a estos juicios era muy positiva, incluso para los más jóvenes para que todos estuviéramos al tanto de lo que sucedía en Atlántida.

Ese día juzgaron a unos cuantos ladronzuelos. Habían robado una gran cantidad de pescado del pueblo. Era una penalidad alta ya que la mayoría de los Atlantes vivía de la pesca, y era el único medio de sobrevivir. Al llegar, todos nos reunimos en la parte inferior de la pirámide. El juicio ya estaba por empezar.

Se inicio el juicio al prenderse la llama incandescente.

- Hoy es Miércoles ¿Qué tenemos para hoy? dijo Luna con tristeza.

- Tenemos unas cuantas novedades. El juicio de estos ladronzuelos y un criminal mayor. Se encuentra en la celda de los castigos- dijo Centella con Crueldad

-¿Que puede ser tan grave?- dijo el pobre sacerdote

- Subió a hurtadillas a media noche en la pirámide del cóndor dorado usando seguramente uno de tus acerca-estrellas- respondió el viejo desagradable.

El público estaba sorprendido. Hay que ser muy osado para cometer semejante felonía. Le costaría muy alto.

_ ¿Quién es? – preguntó el pobre sacerdote con tristeza.

-¡Es un pequeño rapaz! le dijo con crueldad

-¡Un niño! No te parece que ya tu odio por los pequeños se ha vuelto exagerado- le dijo con desagrado.

-¡Te lo traeré para qué sepas quién es! le dijo desagradablemente

Miguel y yo nos encontrábamos bien lejos de allí, pero observamos detenidamente todo lo que ocurría. Esta situación podría desencadenar graves consecuencias ya que Centella era mi maestro de matemáticas.

Centella bajo rápidamente la pirámide y se dirigió a aquella e dónde me encontraba supuestamente apresado. A medida que se acercaba vio con sorpresa que la puerta estaba abierta y medio destruida. Estaba tan enfurecido que tiro todas las llaves al suelo.

-¿Qué ha pasado? ¡Se ha escapado! me las va a pagar- se dijo con violencia. Ahora voy hacer el hazmerreír en el juicio.

Se dirigió rápidamente a la pirámide del Águila blanca, y antes de que siguieran con la ceremonia le dijo suavemente a Luna

-¡se ha escapado ese rapaz!

-¡Esto es el colmo! No concibo que inventes semejante historia. Tu odio por los pequeños ciudadanos de Atlántida te traerá la perdición- le dijo con paciencia.

Centella estaba muy malhumorado, y tuvo que callarse durante toda la ceremonia. Luna no le dio permiso y oportunidad para que participase.

Al final se sentenciaron a los ladronzuelos al exilio. Tendrían que abandonar Atlántida temprano mañana en el amanecer. Todo el mundo estaba sorprendido de lo acontecido. Las familias estaban preocupadas. Centella era un hombre cruel, y no querían que sus hijos fueran victimas de este hombre en la escuela.

Los padres tenían razón por preocuparse. En mi clase de matemática vino con muy mal humor. Tenía al lado de su mesa en viejo bastón de madera. Dos niños de 6 años sufrieron la consecuencia solo por no saberse una pequeña suma simple.

Esto era más de lo que podía aguantar, y decidí defenderlos, aunque estaba muerto de miedo.

¡Al fin das la cara! Me dijo con crueldad

Me agarro del oído y me dio tres golpes en la espalda con el bastón. Yo lloraba del dolor.

No podía ni hablar del dolor

Los demás niños estaban aterrorizados. Todo estaba en silencio.

Desgraciadamente todos los días Centella siempre tenía una excusa para maltratarme, y siempre llegaba todo golpeado a mi casa. Un buen día no pude salir a trabajar ni ayudar a mi padre. Ni siquiera podía a acompañar a Miguel a pescar.

Mi abuelo que sospechaba algo se dirigió a mi habitación

-Hijo, ¿que te pasa?

- Nada abuelo. Hoy estoy muy cansado.

Tenía todavía la túnica puesta de dormir, pero entonces mi abuelo se percató que tenía todas las piernas llenas de magulladuras.

- ¿Qué te ha hecho? Fue Centella, verdad- me respondió mi abuelo.

Mi abuelo me subió la tunica, y vio todos los golpes

_ iEse desgraciado! No voy a permitir que maltraten así a mi nieto.- respondio

-¡No, abuelo! Si hablas con Luna va ser peor- le conteste- Y, por favor no les digas nada a mis padres

- No vas a ir más a esa escuela. De todos modos yo no estudie nunca, y todo lo aprendí en la vida

- Te voy hacer un té que te aliviará el dolor dijo con tristeza.

Después de tomármelo me quedé profundamente dormido. A las horas me desperté bastante aliviado. Busqué a mi abuelo, y no lo encontré. Seguro que fue hablar con el viejo sacerdote. Pedí que el Dios Solaris nos protegiera.

Mi abuelo llegó a la pirámide del cóndor dorado, y pidió entrevista urgente con Luna. Y entonces le relató todo. Luna estaba sorprendido. Sabia del mal carácter de Centella, pero no se imaginó nunca de los límites de su crueldad

-Ahora entiendo porqué hay cada vez menos niños en la escuela- dijo el sacerdote con indignación – pondré manos en el asunto. Gracias por avisarme

Orión significaba mucho para Luna. Veía en él mucho potencial como un futuro líder en Atlántida. Le había tomado mucho afecta al pequeño y a su familia.

Mi abuelo se retiró más tranquilo, y con la esperanza de que Luna ayudara no solo protegiera a su nieto sino también a los otros niños.

Esa tarde Luna se entrevistó con Centella muy enfadado

-He recibido muchas quejas de los padres de los niños. Me dicen que los maltratas mucho.

- ¡Esos niños necesitan disciplina! dijo con severidad -Solo quieren jugar, y no prestan atención

- Por eso son niños. Le estas quitando lo poco que tienen de humanidad- le respondió el sacerdote -No darás más clases en Cronos. Yo seré su nuevo maestro. No te expulso de Atlántida porque te necesito en la pirámide para preparar las infusiones para curar las dolencias de los enfermos. Pero estas a prueba como todos los malhechores.

Centella no le respondió nada y asumió el relevo del cargo. Total, odiaba todos esos niños. Así se evitaba más rabietas.

Centella tenia aspiraciones de ser el sacerdote mayor del templo. Luna todavía no era tan viejo. Ya buscaría con el tiempo qué hacer para ser el nuevo gobernante de Atlántida y así todo cambiaría. Ese exceso de benevolencia hacia el pueblo más débil.

Eso fué el fin de la conversación y no se tocó más el tema. Desgraciadamente la justicia y la vida en Atlántida iba a cambiar con el tiempo.

Continuará………………

1 comentario:

  1. Hola Judith, veo que estás avanzada con tu libro, no sé si sabías pero si abrís una cuenta -gratuita- en ISUU podés digitalizarlo por completo, queda muy bien, y luego podés bajarlo todo junto como post, fijate en mi blog, donde dice ¨libros y revistas digitales¨. Felicitaciones por tu trabajo,
    Myriam

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